[Jaime Martínez]

Homenaje a Bolivia


Hablar de la patria es hablar de la permanente construcción de un común destino en que todos, hombres y mujeres; kollas y chaqueños, vallunos, chapacos y cambas de todas las latitudes de nuestro territorio estamos empeñados en lograr, porque la patria es una herencia espiritual que hemos recibido de nuestros mayores y la debemos entregar, enriquecida y renovada con nuestra obra, a nuestros hijos y nietos, para que ellos continúen la construcción del inacabable edificio de Bolivia: una, soberana, independiente, siempre orgullosa de la diversidad de gentes y culturas con las que la naturaleza nos ha prodigado.

Las coordenadas existenciales que hemos recibido de Dios al ponernos en este lugar y en este específico tiempo, son una muestra del plan que El tiene para con nosotros, haciéndonos responsables de su mandato ante la historia y ante El, por cuanto hagamos con este territorio y con la gente que nos rodea para el futuro.

La construcción de nuestra nacionalidad viene de miles de años atrás. Los cimientos los han puesto los primeros hombres llegados de alguna parte a este continente y a este lugar, quedando asentados en él para cultivarlo y arrancarle frutos de vida, que les permita nutrirse y hacer una cultura en ese medio ambiente, aceptando el reto del clima para vencerlo, y, de esta manera forjar sus almas con la reciedumbre de quienes logran imponerse a la adversidad, con el empuje de sus almas, hacedoras de patrimonio espiritual. Ahí están los wankaranis, domesticadores de la llama y constructores de casas circulares para protegerse del viento altiplánico; ellos rindieron culto a la llama y otros dioses, porque la necesidad espiritual del ser humano es infinita y nos llama con tal fuerza, que no podemos desoir sus voces. Llegaron, después, o junto a ellos, los chiripa, inventores de la doble pared para hacer una suerte de aire acondicionado en sus viviendas, y, de esta manera habitar en un ambiente agradable; y se asentaron en las proximidades de lo que después ha sido Tiwanaku, formando cultura espiritual de lengua, religión y costumbres propias; luego, en esta cadena de tiempos que eslabonan la historia del hombre sobre la tierra, los kollas edifican la metrópoli por excelencia de esa zona, Taipikala, hoy llamada Tiwanaku. Ciudad admirable, tanto por sus logros de ingeniería y cálculo matemático que les permitió edificar paredes monumentales y puertas de orientación astronómica de tal calidad, que el sol sale por el ángulo superior derecho de la entrada al palacio de kalasasaya, en el solsticio de invierno; y, también, creadores de mitos como el de Wirakjocha y Tunupa.

Continuara en el próximo suplemento

 
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