Inseguridad en el aeropuerto

Lo ocurrido en el aeropuerto de El Alto en las primeras horas del día 26 pasado, cuando un campesino acuchilló a 11 personas, hecho de conocimiento público, es otra muestra palpable de la inseguridad con la que viven los estantes y habitantes del país. Este múltiple atentado fue consumado casi sin resistencia de los escasos efectivos de la Fuerza Aérea y de algunos policías, situación que se entiende de alguna manera porque ni unos ni otros contaban con armas adecuadas disponibles, carencia con la que se pretende dar seguridad a cientos de personas que acuden al lugar. Interrogados dos soldados de la misma Fuerza sobre por qué no habían detenido al atacante, respondieron que “no tienen orden de detener a nadie”. Sucesos como éste llevan a preguntar si los guardias sólo están para hacer acto de presencia o son solamente decorativos.

Tanto el soldado como el policía que interfirieron la marcha del agresor, se vieron impotentes y huyeron más pronto que tarde. En cambio, dos damas dieron ejemplo de valentía. Una al increpar al atacante y dar gritos de alarma, esquivando hábilmente las estocadas y otra al tratar de salvar a un individuo arrojando un basurero, quien había sido derribado y atacado en el suelo. El potencial homicida cruzó rampante todo el vestíbulo (hall) de un extremo a otro hasta alcanzar la puerta opuesta de salida, donde por fin fue detenido y enmanillado, no sin antes herir de gravedad a un suboficial de Policía y a otras personas.

No tardaron en conocerse los descargos de las autoridades encargadas del cuidado del Aeropuerto. El Jefe de la Dirección General de Seguridad del recinto justificó la intervención de sus subalternos diciendo que son muchachos de escasos 18 y 19 años de edad. Según comunicado de Sabsa, “la activación de alertas tempranas y el centro de operaciones de emergencia” lograron que Javier Cusi Aduviri (el autor) “fuera reducido, aprehendido y conducido a la Felcc”. Parecidas declaraciones, destacando la eficacia de una seguridad muy dudosa, vertió el viceministro de Régimen Interior, Jorge Pérez. En lugar de estas afirmaciones casi fantasiosas, por sentido de previsión se debe tomar las precauciones necesarias en un escenario potencial de atentados como el de dicha Terminal.

Personas que trabajan en la Terminal aeroportuaria lamentaron que los policías por lo general brillan por su ausencia y cual meros empleados aparecen a las 9 de la mañana para cumplir horario como cualquier funcionario público. Desde la 6 de la tarde hasta el día siguiente los recintos permanecen desguarnecidos, no obstante que no faltan turistas que pernoctan como pueden y han sido ya víctimas de robos y otros delitos graves.

Otra evidencia del suceso es que soldados y efectivos policiales carecen de preparación física apta para reducir a delincuentes; no están preparados para responder medianamente a circunstancias de este tipo, falencia por la que este acto delictivo permitió que un solo hombre bata todo récord, despachando al quirófano a tres personas y a ocho a cirugías menores.

La defensora legal de Cusi recurrió al manido argumento de que su defendido padece trastornos mentales y que había recibido mandatos del más allá. Parece que la seguridad solamente se otorga a personajes oficiales importantes, como ocurrió en el G77 con miles de guardias y la presencia de 60 fiscales, los que disfrutaron a la postre de una vacación.