[Álvaro Ríos]

Corsarios bolivianos

II

El año 2007 será recordado, entre otros, por la pérdida de Luciano Pavarotti; por el famoso “¿Por qué no te callas?” del rey Juan Carlos de España y el estreno de la película “Piratas del Caribe: en el fin del mundo”, donde se rescata la frase “Hoy en día el único modo de ganarse la vida es por medio de la traición”.

En la primera parte desarrollamos la evolución del corso, así como algunos precedentes en Chile, México y, desde luego, en Bolivia. Retomando lo anterior, debemos señalar que durante la Guerra del Pacífico, eran conscientes de que el dominio del mar otorgaría al país vencedor una ventaja para proveer de víveres, armamento y pertrechos a sus respectivos ejércitos.

La superioridad del ejército agresor era innegable, su escuadra naval estaba formada por los blindados “Blanco Encalada” y “Cochrane”, las corbetas “Esmeralda”, “Abtao”, “O’Higgins” y “Chabuco”, además de las cañoneras “Magallanes” y el “Covadonga”, en relación con los blindados “Huáscar” e “Independencia”, los monitores “Huáscar” y “Atahualpa” y las corbetas “Unión” y “Pilcomayo” del Perú y frente a la humilde flota boliviana compuesta por el guardacostas “Gral. Sucre”, el bergantín “María Luisa” y el cañonero “Morro”. El escritor chileno B. Vicuña Mackenna, en tono de sorna, señala que la única ayuda que prestó Bolivia al Perú en la campaña por el mar fue una lancha del señor Speedy y 16 balsas de totora del Lago Titicaca.

En ese sentido, el gobierno del Gral. Hilarión Daza emitió el Decreto Supremo de 26 de marzo de 1879, por el cual nuestro país reconoció el derecho de corso contra los buques que navegaran con bandera chilena y contra el comercio mercante chileno fuera o no contrabando de guerra y que estuvieren a bordo de navíos neutrales. Sin embargo, nuestro país no llegó a emitir ninguna patente de corso, debido a la fuerte oposición de los gobiernos de Estados Unidos y de Inglaterra, cuyos reclamos fueron presentados a través del Ministro de Relaciones Exteriores del Perú al embajador boliviano en el país incaico. Esta decisión se mantuvo invariable a pesar de la solicitud del periódico “El Nacional” del Perú para que el Gobierno de Bolivia expida patentes de corso a fin de causar daño a la flota chilena.

A pesar de ello, el C.N. S.P. J.A. Zurita Eguino nos ha ilustrado sobre el corsario “Laura”, un vapor peruano que fue adquirido por personal de la marina de dicho país, entre quienes destacan Narciso y Guillermo García y García, Nicanor Asín, Enrique Taboada y Alejandro Saury, quienes se habrían puesto en contacto con algunos diplomáticos y residentes bolivianos para artillar el precitado buque que sería bautizado como “Antofagasta”, el cual actuaría como corsario bajo bandera boliviana.

El objetivo era dar una serie de golpes audaces a la flota chilena, comenzado la noche del 22 de marzo de 1879 con el vapor chileno “Itata”, siguiendo con el “Loa” y posteriormente el “Rimac”, llegando a formar una flota de corsarios. El corsario “Laura” nunca entró en operaciones, ya que el presidente Prado mandó llamar a Guillermo García y García y lo disuadió de la idea, optando por transferir el navío a la Comandancia General de la Marina del Perú.

Retomando la película “Piratas del Caribe: en el fin del mundo”, tengamos presente que la brújula de Jack Sparrow apuntaba a lo que más deseaba, es decir que el norte de los hombres es aquello que su corazón anhela.

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