Leer es bueno para tu cerebro

Javier Barros del Villar

Pocas personas, quiero pensar, dudan de las mieles que la lectura tiene para el ser humano. Desde hace siglos, y en especial durante los últimos cien años, se han ido revelando las bondades que esta práctica tiene para nosotros. Por mencionar sólo algunas de estas, la lectura incentiva la ampliación de nuestra perspectiva (podemos percibir y entender más cosas), nos permite llegar a lugares -sean ‘reales’ o imaginarios- a los que de otra manera no podríamos acceder, representa una puerta de entrada a ideas, historias e imágenes que enriquecen nuestra existencia. “Todo nos lleva a un libro”, decía Borges, tal vez refiriendo al papel que la lectura tiene dentro de nuestra cartografía cultural: el de un pulso fundamental para el desarrollo de la mente.

Más allá de los beneficios palpables que implica leer, y de los que intuitivamente podemos imaginar, con el refinamiento de las neurociencias hoy podemos penetrar la mente humana con inédita profundidad. Lo anterior implica que, aunque quizá no fuese necesario, hoy tengamos argumentos neurológicos para enfatizar en los frutos que la lectura ofrece a nuestra mente.

Por ejemplo, un estudio reciente de la Universidad de Emory, reportado por el diario inglés Independent, descubrió que leer un ‘buen’ libro, tal vez una novela que nos estimule particularmente, potencia la conectividad en nuestro cerebro, efecto que puede prolongarse hasta por cinco días.

Esta especie de neurolubricación se detectó en la corteza temporal izquierda, región ligada a las habilidades psicomotrices, así como a la receptividad lingüística. Aparentemente, lo que sucede es que al leer generas un sentimiento de profunda empatía con, por ejemplo, uno de los personajes, y eso en tu cerebro se traduce como si lo encarnaras tú mismo, detonando una enérgica actividad cerebral.

Por otro lado, y también en Inglaterra, recientemente se ha institucionalizado algo así como la prescripción literaria. Se trata de bibiloterapia, un concepto inaugurado a principios del Siglo XX, y que desde 1966 ha sido promovido por la American Library Association.

Básicamente, se trata de un programa de lectura estratégicamente diseñado para favorecer la recuperación de un paciente que padece algún desorden mental moderado –lo cual puede ir desde estrés y ansiedad, hasta formatos no severos de depresión. La campaña permite a los doctores recetar lecturas específicas a pacientes con el fin de acelerar su tratamiento.

Al respecto de esta medida, que lleva activa desde junio de 2013, Leah Price, en un artículo para el Boston Globe, afirma: “Si tu médico te diagnostica con depresión moderada, entre sus opciones prescriptivas ahora se incluirá un libro. Y entonces llevas tu receta médica no a la farmacia, sino a tu biblioteca local, donde será intercambiada por una copia del título en cuestión”.

En la mayoría de los casos las recetas refieren a libros de autoayuda y lecturas por el estilo, supongo porque resulta más explícito o fácil recurrir a éstas. Pero más allá del contenido, quizá los efectos terapéuticos de la bibliotecaria están relacionados, precisamente, a las reacciones neurológicas que detona la lectura, como, por ejemplo, la empatía profunda.

Hace unos meses se hizo público un estudio, encabezado por el Dr. Robert. S. Wilson (Ph.D.), del Rush University Medical Center en Chicago, que confirmó que la lectura te permite afinar la memoria, agilizar la mente, y retardar el decaimiento propio del envejecimiento. Y por si no fuesen suficientes los argumentos científicos para privilegiar la lectura dentro de tu agenda cotidiana, una investigación realizada por el Mindlab International, de la Universidad de Sussex, demostró que la lectura es una de las actividades más relajantes que tenemos a nuestra disposición -por encima, según el estudio, de escuchar música, tomar una taza de té, o incluso caminar. ”En realidad no importa qué libro estés leyendo, sino que al ‘perderte’ dentro de un libro, te liberas de tus preocupaciones y del estrés del mundo cotidiano, y pasas un rato explorando los dominios imaginarios del autor (refiriéndose específicamente a leer ficción)”, afirma el Dr. David Lewis, autor del estudio.

En fin, leer es una actividad bastante accesible, que da beneficios a nuestra mente, y que probadamente nutre tanto nuestras habilidades, como nuestra salud.

Tomar un libro es un acto exquisito en muchos sentidos, en él se conjugan algunos de los fenómenos más estimulantes de la condición humana: establecer conexiones profundas entre personas, crear mundos alternos, reinventarte, comprobar la magia del lenguaje como generador de realidades y darte cuenta que jamás estarás solo.

Lee. Nos conviene.

red-lectura@egrupos.net

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