De Katari al Tambor Vargas



LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LAS ORGANIZACIONES CAMPESINAS SON PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE BOLIVIA.
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La actual utilización de la imagen del caudillo indígena Túpac Katari, ejecutado en 1781 por el ejército colonial, en la ciudad de La Paz, se incrementó poco antes del levantamiento popular de octubre 2003 y continúa en ascenso el presente año 2015.

No es casual que los candidatos de raigambre indígena, retomen aquella historia y la proyecten en sus argumentos políticos. Tal es el caso del actual gobernador de La Paz, Félix Patzi, que primero fue ungido gobernador por poblaciones cercanas a Ayo Ayo, cuna de Túpac Katari.

Debido a las connotaciones ideológicas y políticas del katarismo, traemos nuevamente en partes, el tema del cerco a la ciudad de La Paz, en 1781, comandado por Túpac Katari pero, también, citamos la importancia que tiene la Guerra de la Independencia, historia que, en apariencia, pasó a un segundo plano por el imperio coyuntural del indigenismo.

Nuestro título: De Katari al Tambor Mayor Vargas, no sólo indica que entre ambos hechos históricos, existe una correlación histórica de unidad y de nacionalismo. Empero desde el punto de vista indigenista, ambos hechos son opuestos para esta ideología que niega en el fondo, a la República.

A nuestro juicio, la Historia de Bolivia es una sola, colocando las luchas indígenas como parte de la Guerra de Independencia victoriosa en 1825.

ESCENARIOS

Mucho antes del violento ingreso de los ejércitos realistas españoles al territorio del Kollasuyo, las comunidades precolombinas de la extensa altiplanicie habían resistido tenazmente invasiones externas de manera que, ni la presencia inca por más de medio siglo, ni el dominio español –siglos XVI al XIX–habían logrado sepultar legítimas aspiraciones de libertad; motivo de grandes alzamientos en busca de soberanía e independencia.

En el pasado remoto, el campesinado como fuerza productiva dependiente, encontró dos poderosas armas de sobrevivencia: el silencio y el culto a sus ritos ancestrales, mimetizados, valga el término, tras imágenes y costumbres impuestas por el Conquistador.

En el nacimiento de la Patria empleó aquellas mismas armas, en provecho de la Guerrilla Altoperuana. Durante la República actuó como factor social, en ocasiones, para beneficio de los grandes dueños de la tierra. Hoy, en el Siglo Veintiuno, como elemento político reformista, intenta horizontes aún inciertos.

El presente trabajo explica cómo la clase campesina tuvo y tiene un papel importante en las transformaciones sociales y políticas desde antaño hasta nuestros días.

También destaca otra característica: el surgimiento de facciones antagónicas y de luchas internas por el liderazgo, entre grupos indígenas, favoreciendo a terceras fuerzas. Factor que se repite, a veces, con dramática insistencia a lo largo de estos siglos.

KATARI

Túpac Katari llevaba en su apellido de guerra, el símbolo de la víbora pues, en idioma aymara “katari” es víbora, sierpe. Apelativo que en la religión católica define al demonio pero que, en el panteón andino, es el principio de la vida y la muerte; es el infinito.

“La Sierpe” utilizaba la religión como táctica sicológica en su entorno indio. Además de una personalidad fuerte y agresiva, Túpac Katari tenía don histriónico para infundir en las huestes indígenas respeto y pánico a su imagen casi sagrada. Diarios del cerco de 1781 testimonian que aquel líder de multitudes, decía ser tan poderoso que dialogaba con Dios, utilizando un objeto que hacía de contacto sobrenatural con el Supremo. Mientras “hablaba” con Dios, Katari se miraba en un espejo ante los crédulos combatientes indígenas. El ardid, impactaba con tal eficacia, que los indios sacrificaban su vida, convencidos de que morir por el rey Katari, era boleto directo a la eternidad, sin que ello quite valor a la sacrificada lucha contra la opresión colonial.

Es anecdótica, la captura de sacerdotes de la ciudad de La Paz, para que celebraran misa en El Alto a favor del caudillo aymara quien, además, había ordenado trasladar las “imágenes de la Parroquia de San Pedro a los santuarios que mantenía en El Alto”.

En cambio, no existen documentos ni comentarios favorables a la fundición de campanas de bronce, arrebatadas por los indios a las iglesias de La Paz y de provincias para transformarlas en material bélico. Verdadera herejía en aquellos días.

Sebastián Segurola, “hizo un salida para recuperar las campanas que quedaban en las parroquias de San Pedro y Santa Bárbara (entonces extramuros de la ciudad de La Paz), para evitar que éstas también fueran fundidas por los indios” .

El terrible cerco a la antigua Chuquiago Marka, La Paz, impidió en interminables meses, que la población tuviera acceso a medicinas y alimentos provenientes del exterior de la ciudad. Poco a poco, el sitio fue estrangulando a seres humanos y animales. “Ya se va notando la acción del hambre, por la referencia continua a la salida de mujeres que van de madrugada a buscar algo de comer a las chacras y son atacadas por indios emboscados en las casas quemadas (...) Ya se empieza a sentir el doloroso estrago que hacía el hambre entre los nuestros, murieron muchos cada día, y buscando otros su alimento en los pellejos, suelas, petacas y estiércol por carecer de otros alimentos así de carnes de mulas, perros y gatos de que se servían los más de la plebe…”.

“En la ciudad se van acabando las mulas y caballos por la necesidad de el hambre; ya no existen petacas y menos perros y gatos; cada día hay mucha lástima de necesidad de hambre; los muchachos están buscando lacitos y cueros para asar y comer, van por los cenizales a traficar granos que han botado con la basura y así van muriendo por la necesidad que ya no hay cómo ponderar”.

Cabe agregar, que algunos oficiales realistas, utilizaron por vez primera, el calificativo “tupacatarista” .de manera despectiva contra criollos sospechosos, nacidos en La Paz.

TAMBOR MAYOR VARGAS

La “Guerrilla de Ayopaya”, relatada minuciosamente en ‘El Diario del Tambor Mayor Vargas’, obra descubierta y difundida por Don Gunnar Mendoza en la década de los años 50 del pasado Siglo XX; constituye fiel testimonio del levantamiento anticolonial emancipador del AltoPerú, hoy Bolivia. Aquella gesta, iniciada a principios del Siglo Diecinueve y concluida en 1825, no fue un hecho aislado.

En otras latitudes de América Latina, los pueblos sometidos por la Colonia se levantaron en armas, hermanados por el amor a la libertad, como ocurriera en la tácita alianza del gauchaje argentino, al mando del Caudillo salteño, Martín Miguel de Güemes, y los comandantes guerrilleros altoperuanos, Eusebio Lira, los esposos Padilla, Warnes, Méndez, José Miguel Lanza, Esteban Arze, entre otros actores y autores de la guerrilla.

En la larga Guerra de la Independencia, los movimientos patrios y su alta expresión: las guerrillas y las republiquetas, fueron concatenando su lucha de pertenencia nacional.

El contenido ideológico y de profundo patriotismo del Diario de José Santos Vargas, constituye por lo tanto, el más valioso documento de nuestra Guerra de Independencia y es ejemplo a seguir por la Bolivia de hoy.

El año de 1811, marcó a fuego la vida del futuro Comandante del partido de Mohosa, José Santos Vargas.

Santos nació en la ciudad de Oruro, el 28 de Octubre de 1796. Sus padres fueron Guadalupe Medrano y Blas Mariano Vargas. Guadalupe murió en agosto de 1802 y Blas, en marzo de 1804. La tía abuela, Gregoria Díaz de Alda, conocida familiarmente como “Condo Goya” se hizo cargo de José Santos, a quien cobijó maternalmente, hasta octubre de 1810, fecha en que la tía abuela falleció. Un profesor de nombre José Jacinto Quevedo, fue nombrado albacea de la herencia dejada a Santos Vargas por la bondadosa Condo Goya, además de tutor del joven adolescente. Años más tarde, éste se quejaría del furibundo dómine, por el mal trato que recibió.

El 16 de noviembre de 1811, Santos abandonó su casa y se mezcló sin quererlo, con una partida guerrillera proveniente de Cochabamba, al mando del comandante patriota Esteban Arze, quien intentaba reducir a las fuerzas realistas acantonadas en Oruro.

Santos contó en su Diario, cómo había dejado su hogar: “Yo me quedé en la cancha donde vivíamos. Mi maestro don José Jacinto Quevedo se fue con toda su familia a la Iglesia de San Francisco con todas sus criadas y criados, y a mí me dejó solito echándome llave a la puertaycalle. Yo, resentido porque a mí solo me dejó como a un criado, me salí por la pared del corral y juntándome con los demás muchachos de la escuela fuimos a ver y jugar con cuetes a la orilla de la población”

José Santos Vargas, se enroló en la Guerrilla de Sica-Sica y Ayopaya, el año 1814 y permaneció en ella, como tambor y combatiente, hasta después de la Independencia de Bolivia, en 1825, cuando ya era Comandante. Luchó por defender a la República de Bolivia, contra las excursiones del Ejército peruano, en 1828 y hasta su muerte, posiblemente en 1853, acaecida en Pocusco, jamás dejó de amar a la Patria porque, siempre, se consideró soldado leal y servidor de ella.

El sentimiento de Patria, nacido en el corazón y en el espíritu de este noble combatiente, está impregnado en toda la historia que relata y que escribió, con riesgo de su vida y hasta, muchas veces, con su propia sangre.

CONCLUSIÓN

Estas dos gestas, la una en 1781 y la segunda, a partir de 1809 al 6 de agosto de 1825, constituyen una sola unidad expresada en la victoria de nuestra Independencia. Si bien el indigenismo rechaza esta realidad, las nuevas generaciones nacidas en comunidades, ayllus y pueblos indígenas, tienen otra percepción pues se sienten bolivianos sin exclusión y están orgullosos de serlo. Bolivia es una sola. (Clovis Díaz de O.F.). (clovisdiazf@gmail.com)

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