Defender las ideas en la final de la Copa América

Chile y Argentina jugaron la final de la Copa desde la alegría y no desde la tensión del incierto desenlace.


Sergio Apaza, entrenador de fútbol.

La Copa América profundizó la volatilidad en las conductas de los equipos. Los comportamientos futbolísticos cambiaron radicalmente entre un partido y otro, inclusive entre un tiempo y otro. Si hubo equipos que se encontraron con un instante positivo, con una jugada o con un impulso individual, y a partir de ahí modificaron su estado anímico y su funcionamiento. En ese escenario. Chile y Argentina (podríamos agregar a Perú) llegan mejor que el resto al final del Campeonato.

La Selección Chilena es la que más aciertos tuvo durante el torneo, desde la capacidad de Jorge Sampaoli para recuperar al equipo luego del Mundial Brasil 2014, pero fundamentalmente después del descalabro que podía haber provocado una actitud irresponsable de Arturo Vidal, llegó y jugó más fresco la Copa América porque supo reemplazar jugadores vitales antes y durante la competencia a partir de su modelo de juego. El funcionamiento que tiene el equipo desde la era de Marcelo Bielsa, la intensidad con la que juega los 90 minutos, como ninguna selección sudamericana, hace que siempre domine el juego desde la posesión del balón. Salir tocando a ras del piso, que los 11 jugadores hagan una lectura uniforme de todo lo que pasa en el partido durante los 90 minutos, pero también replegar intensa y masivamente cuando se pierde el balón en función de ataque si no se puede recuperar a través de la presión alta. Es por estas características de juego que termina imponiéndose el fútbol espectáculo que ofrece Chile en cada una de sus presentaciones, ellos también quieren ganar, pero respetando un Modelo de Juego con el que todos nos identificamos.

La Selección Argentina por su parte es un equipo pendular. Ha mostrado en los últimos campeonatos distintas versiones y entrenadores con estilos muy variados, aunque nunca terminó de cumplir sus propias promesas. Desde aquel conjunto desequilibrado de Maradona (como D.T.), pasando por otro más prudente de Sabella y recordando la indescifrable experiencia de Batista, hoy aparece en discusión el trabajo de Martino.

Está claro que Argentina dio varios pasos hacia adelante desde que asumió Martino como conductor. Ya no es aquel equipo que vive al borde del precipicio y que se cuelga de la tabla de posiciones para clasificar al Mundial. Es más cuenta, como casi siempre, con un gran plantel, quizás el más rico del mundo, con varios jugadores que individualmente se encuentran considerados entre los diez mejores del orbe, una rica mezcla entre experiencia y juventud y cierta estabilidad futbolística, aunque depende demasiado de Lionel Messi, y cuando el crack no está iluminado, como en las dos últimas finales, el equipo queda de la mano de Dios y siempre le falta algo para ganar.

La labor de los técnicos, en este caso de Gerardo Martino, se juzga a partir de dos grandes ejes. El primero el de la evolución de sus equipos. Después de ver la Copa América podemos decir que Argentina está en franco proceso de consolidación del Modelo de Juego, tener cierto margen de tiempo implica aumentar las exigencias. No es el caso de Argentina, un equipo capaz de entregar intermitentes ráfagas de buen juego, dinámico, vertical, profundo y, a su vez, irregular en las básicas interacciones que constituyen al fútbol. Es decir en las relaciones que se establecen entre los jugadores, en sus empatías.

El segundo aspecto que define a un equipo es la inteligencia. Inteligencia para interpretar momentos, la toma de decisiones, la lectura del desarrollo para prevenir y anticipar el caso. Un ejemplo de la final de la Copa América: ninguno de los 11 jugadores que enfrentó a Chile llegó a captar que el rival se le vendría encima y cortaría todos los circuitos alrededor de Mascherano y Messi. Argentina vive de la electricidad de sus arranques. Si bien hay un rasgo madre que es la verticalidad, uno solamente es rápido si sabe serlo.

Se viene diciendo que cuando Messi no está inspirado, no hay otro jugador que pueda cumplir ese rol, aunque Pastore puede hacerlo también: es un futbolista inteligente, de buenas resoluciones y recursos. Sin embargo, independientemente de esta necesidad, la forma de jugar del equipo puede llegar a avasallar a ese hombre más pensante. Pero Argentina con Martino, hombre de convicciones, pronto será uno de los mejores equipos del mundo porque seguro encontrará el funcionamiento que haga sentir a Messi cómodo y pueda desarrollar su juego, el problema no es Messi sino el funcionamiento. Para terminar los sudamericanos debemos sentirnos tranquilos porque felizmente nuestro fútbol goza de buena salud.

EL DATO

La Copa América tiene a ocho campeones de los diez países que tiene la región de Sudamerica.

Las dos selecciones que faltan coronarse campeones son Ecuador y Venezuela.

El país más ganador es Uruguay que ostenta 14 estrellas.

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