[Guillermo Torres]

La guerra universitaria y sus insufribles ganadores


En bolsa abierta, hasta el justo peca, dice el refrán, faltando agregar que cuando se ve una bolsa abierta, los candidatos a pecadores son muchos.

Este inicio viene a cuento en relación con lo que ocurre en la ciudad de Cobija, localidad ubicada en el extremo norte de Bolivia, en medio de la selva amazónica.

Si usted está lejos de estas tierras, puede verla a través del ubicador Google, y la respuesta será que sólo hay 50 mil almas en este pedazo de territorio. Pero, la poca cantidad de población, lejos de impedir ver la manera de ser del humano, es a veces un excelente lugar para entender que en todas partes se cuecen habas y que por su tamaño y lejanía, Cobija no es la excepción a la regla.

Ya que estamos de refranes, no faltará el que diga, pueblo chico, infierno grande.

Y la verdad es que de ser un lugar idílico, al que se podía migrar si se quería vivir en paz, ésta se ha perdido en los últimos días, a raíz de los entuertos que se van cocinando en un perol de pasiones que se llama Universidad Amazónica de Pando.

Para 50 mil o algunas personas más, el tener dos universidades es signo de mucha gente joven y afanes de estudio evidentes, lo que podría ser entendido como una excelente perspectiva de desarrollo. Pero, no todo lo que brilla es oro. La Universidad privada sobrevive y mira cómo la universidad pública va en franco desarrollo, ya que las asignaciones presupuestarias son importantes, más aún en un lugar pequeño.

Para entender lo que ocurre hay que remontarse a la creación de la universidad pública, que data de comienzos del Siglo XXI, y que poco a poco ha ido creciendo de la mano de la migración.

La universidad pública de Pando, así se llama el departamento del que es capital Cobija, ha sufrido un desarrollo apresurado, como apresurado fue el crecimiento demográfico que de una población de 15 mil habitantes en el año 1999, se ha multiplicado de manera impresionante, llevada por el boom de la zona franca de Cobija.

Diferentes han sido las directrices que han ido marcando a la universidad en su rápido desarrollo. Un inicio con gente incluso sin títulos profesionales, hasta su situación actual donde se ha tomado como modelo la formación por competencias, que suena muy bien en teoría, pero que en la práctica no ha dado el resultado anhelado.

En este desarrollo se cuenta a diversos rectores y equipos de trabajo, la mayoría prófugos en la actualidad, bajo acusaciones de malos manejos, compraventas de propiedad pública, entre otras linduras.

Como en el resto del mundo, en Bolivia la presunción de inocencia es un postulado que permite afirmar que luego de procesos que nunca acaban, todavía no hay ningún culpable tras las rejas, o dicho de otra manera, no se ha mostrado culpable a ninguno de los ex rectores, ahora prófugos, ni a sus amigos de negocios.

Ese es el ambiente y la práctica en esta universidad. Autoridad que pierde el puesto, al día siguiente tiene procesos penales y orden de captura, de allí que sea de vida o muerte la permanencia en el cargo, que de acuerdo con comentarios reditúan más allá de los sueldos.

Esto ha creado un círculo maligno, donde el afán de permanencia puede ser el impulsador para la formación de grupos de poder, o roscas como familiarmente se las llama.

En ese panorama, los estudiantes normalmente se mantienen al margen, excepto cuando eligen sus representantes. Los estudiantes de las universidades públicas se agrupan en las Federaciones de estudiantes y cogobiernan con los docentes.

La última intentona de elección de hace algunos días, donde se postulaba el prorroguismo de gente afín a las actuales autoridades, contra grupos opositores, donde se podían encontrar incluso a perseguidos penalmente, ha determinado una lucha sin cuartel por ese espacio. Luego de una elección a la que no concurrieron todos los estudiantes, ya que la universidad también actúa en las zonas rurales y éstas no llegaron a votar, se ha producido un enfrentamiento entre el supuesto ganador citadino y los que no lograron votar en el campo, que exigen nueva votación.

Los últimos tomaron las oficinas del ente estudiantil en Cobija, en el campus universitario. Para desalojarlos, el grupo citadino, cuyos activistas son escasos, contrató a pandilleros, que no encontraron mejor cosa que atacar con petardos y cohetes a los campesinos, más palos y machetes y violar a las mujeres presentes en el lugar.

El resto de la comunidad universitaria, durmiendo mientras esto ocurría, La policía, como ya es tradición en Bolivia, sin hacer algo.

Lo que se tiene en claro, que todo lo ocurrido es que más que un problema de estudiantes. Es la lucha mimetizada de los grupos de poder, unos queriendo quedarse en la universidad y los otros, que ven en la esperanza de cese y de cambio, una oportunidad para salir ilesos de procesos y persecuciones, sin descontar la bolsa abierta a que se hace referencia al comienzo de esta nota. Ellos serán los únicos insufribles ganadores de este enfrentamiento. Los perdedores, como siempre, la gente que creía que la universidad era un lugar para estudiar.

El autor es abogado y periodista y actualmente docente invitado en la UAP.

Blog: www.enlaluchadiaria.blogspot.com

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