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Un pasaje histórico poco conocido

Ernesto Diez-Canseco*


Gral. Narciso Campero, Presidente de Bolivia (1880 - 1884).

En 1880 ejercía la Presidencia en el Perú D. Nicolás de Piérola, como resultado de la revolución hecha al Vicepresidente La Puerta, y en Bolivia el general Narciso Campero, quien había reemplazado al general Hilarión Daza. Tomó por entonces, cuerpo nuevamente, en el país del Altiplano, la idea de restablecer la federación entre los dos países que, desde el año anterior, venía propugnando una fuerte corriente de opinión. Los dirigentes bolivianos, que ejercían interinamente al mando por ausencia de Campero en Tacna, resolvieron tomar la iniciativa y, para esto, enviaron a Lima a D. Melchor Terrazas, el mismo personaje a quien se había referido el Ministro Quiñones en su carta reservada al general Prado, con el objeto de que compulsara la opinión de los gobernantes y del pueblo peruano. Terrazas encontró ambiente favorable para sus planes y, poco después fue nombrado Ministro Plenipotenciario de Bolivia en el Perú, con el especial encargo de llevar a buen término el trascendental proyecto.

Terrazas presentó sus credenciales en los primeros días de junio y el 11 de ese mes firmaba junto con D. Pedro José Calderón, Secretario de Relaciones Exteriores del Perú, el protocolo preliminar del establecimiento de los Estados Unidos Perú-Bolivianos, cuyas más importantes cláusulas decían:

1º. El Perú y Bolivia formarán una sola nación denominada Estados Unidos Perú-Bolivianos. Esta unión descansa sobre el derecho público de América y es formada para afianzar la independencia y la inviolabilidad, la paz interior y la seguridad exterior de los Estados comprendidos en ella, y para promover el desenvolvimiento y la prosperidad de éstos.

2º. Los actuales departamentos de cada una de las dos Repúblicas, salvo las modificaciones que sancione la Asamblea Constituyente, se erigen en Estados autónomos, con instituciones y leyes propias, pero que no se oponga a la Constitución ni a las leyes de la Unión. Sin embargo, los departamentos de Tacna y Oruro, de Potosí y de Tarapacá, se formarán los Estados denominados Tacna de Oruro y Potosí de Tarapacá. Las regiones del Chaco y del Beni en Bolivia, y la llamada de la Montaña en el Perú, lo mismo que otros territorios que se hallen en condiciones análogos, formarán distritos federados, sujetos a un régimen especial y al gobierno directo de la Unión.

4º. La Unión de los Estados es indisoluble por el mismo principio de su institución. Por consiguiente, ninguno podrá separarse de ella.

5º. Los Estados son iguales en derecho. El de ciudadanía es común a todos ellos.

9º. Un Estado no puede declarar o hacer guerra a otro Estado. Sus quejas serán sometidas al juicio y decisión de la Corte Suprema Federal.

21º. La Asamblea Constituyente designará el lugar del territorio que deba ser Capital de la Unión.

27º. El Perú y Bolivia no se adeuda entre sí suma alguna por razón de los gastos que la guerra de ambas repúblicas contra Chile les hubiesen ocasionado hasta la fecha de la Unión”.

Los demás artículos se referían a la organización interna de la futura Unión y, en un protocolo adicional, se pactaba que estas bases serían sometidas a la aceptación de los pueblos del Perú y Bolivia y a que, mientras se realizaran las elecciones, quedarían como Presidente el Jefe Supremo del Perú y como Vicepresidente el de Bolivia.

El Gobierno del Perú sometió al anterior protocolo al Consejo de Estado y la comisión informante de éste, formada por Juan Antonio Ribeyro, José J. Loayza y Fernando palacios, opinaron por su aprobación y que, para ser sometido a la sanción popular, debería abrirse un registro en las Municipalidades, a fin de que diesen su opinión los que, tuvieran derecho a voto. Este dictamen fue aprobado en sesión de 8 de julio por el Consejo de Estado al que pertenecían, además de los informantes, el Presidente que era el Arzobispo de Lima y otros personajes, entre los que estaban Antonio Arenas, José Elcorrobarrutia, Benavides, Jorge Loayza, Aurelio Denegri, Jerónimo Sánchez, Bartolomé Figari, Serapio Orbe-goso y los generales Rufino Echenique y Pedro Diez-Canseco.

El proyecto de unión quedó así aprobado en el Perú por los organismos del gobierno y le faltaba tan sólo el requisito de la sanción popular para que pudiera ser establecido.

En Bolivia, fue sometido el protocolo de Lima a la aprobación de la Convención Nacional, que estaba funcionando. La comisión informante formada por los representantes José María Santi-báñez, J. Oblitas, N. Aguirre, R. Carbajal, Félix Reyes Ortiz, Luis Pablo Rosquellas, Donato Vás-quez, Pastor Sáinz, E. Fernández Costas, Manuel Aguirre y Nicolás Acosta, emitió dictamen el 13 de julio, pronunciándose favorablemente a la aprobación del protocolo, opinando porque fuera sometido a consulta popular. El único voto disidente fue el del D. J. R. Gutiérrez; pero no sobre el asunto principal, sino sobre la forma como debería procederse a la sanción definitiva.

Pero una vez más, el Destino se opuso a la unión estrecha del Perú y Bolivia en una sola gran nación. Los desastres que se sucedieron hicieron imposible la consulta popular y el fin de la guerra con Chile, concertado separadamente por los dos países, dio el golpe de gracia al proyecto.

Puede hoy considerarse que el ideal que acariciaron con tanta vehemencia Santa Cruz y Gamarra, de constituir con el Alto y Bajo Perú un Estado único, ha dejado de ser factible. . .

Tal como están las cosas, Perú y Bolivia continuarán viviendo indefinidamente como naciones separadas; para que se volviera a pensar en su fusión sería preciso que ocurriera una conmoción tal, que les exigiría unirse para conservar su existencia. Para este utópico caso, el plan federativo de 1880 parecería lo más adecuado y ese plan sería mejorado, si la Capital de la federación se fijase en la heroica Tacna, que durante tanto tiempo fue la manzana de la discordia, y a la que es de esperar que algún día le sea devuelto su puerto.

*(Capítulo titulado “Estados Unidos Perú-Bolivianos” del libro “Perú y Bolivia pueblos gemelos”. Imprenta Torres Aguirre S.A. Lima, 1952 p.p. 235, con ilustraciones).

Tomado del libro BOLETIN DEL ARCHIVO HISTORICO - No. 4, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. La Paz (Bolivia).

 
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