Resulta increíble cómo en sectores económico-financieros del gobierno hay jactancia de que nuestra economía ha mostrado “crecimiento y que estamos en sitio preponderante en relación con las economías de otros países del continente”. Este criterio puede comprenderse que está destinado solamente a convencer a mayorías de población que creen lo que el gobierno desea que crean como verdades absolutas, porque así conviene a las ambiciones electoralistas en que está empeñado el partido de gobierno. La verdad es que el crecimiento económico de un país es debido “al aumento del valor intrínseco de la moneda” y nosotros, en Bolivia, no tuvimos ningun incremento en ese sentido porque mantenemos la moneda boliviana con el valor del dólar en los mismos parámetros durante mucho tiempo.
Tampoco podemos hablar de desarrollo económico cuando esto se trata de un proceso de crecimiento del ingreso o del producto total y per cápita acompañado de cambios en la estructura de la economía, tales como importancia creciente de la producción industrial junto a la significación de la producción agrícola y minera en cantidad y calidad. Es también el desarrollo económico la diversificación de las importaciones y exportaciones.
Bien podríamos decir que tenemos una “economía prestada” porque dependemos de los precios internacionales de las materias primas que exportamos y no de productos que exportemos con valor agregado, es decir con los debidos procesos industriales, que es convertir las materias primas en productos industrializados dispuestos para el mercado y que cuenten con la debida aceptabilidad del público. Desde hace muchos años se habla de la necesidad de industrializar el país; pero, nunca hubo el empeño para hacerlo.
Si se recuerda, Inglaterra inició la llamada revolución industrial que luego, muy luego, imitaron Estados Unidos, Alemania, Francia y varios otros países de Europa y en América tan sólo hubo intentos que no tuvieron mucho seguimiento. La era industrial prácticamente iniciada a mediados del Siglo XVII (año 1750) tuvo la virtud de transformar muchos procesos y dar inicio, en los países que adoptaron los sistemas, a un desarrollo permanente que, luego, les permitió el crecimiento.
Estamos, pues, en muchos aspectos, en tiempos anteriores al inicio de ese proceso y seguimos como productores y exportadores de materias primas empezando por los minerales, el gas y productos que podían ser industrializados y contar con el debido valor agregado que nos permita contar con mayor cantidad de divisas y, sobre todo, con el hecho de que valorizemos lo que producimos e industrializemos. Entonces ¿de qué crecimiento económico podemos hablar? ¿Cuál es nuestra realidad comparativa con la existente en países vecinos? ¿Cuántas instalaciones industriales se ha creado en los últimos diez años y han fracasado? Nuestra realidad es triste y preocupante porque no podemos producir ni exportar nada proveniente del gas o del hierro del Mutun o de los minerales y menos de productos alimenticios. Todo ello nos sume en la dependencia de prestarnos dinero cuando hay falencias financieras y el endeudamiento del país es cada vez mayor; en los últimos cuatro años, se ha dispuesto, casi festinatoriamente, de las reservas internacionales hasta el extremo de haber rebajado de más de 15 mil millones de dólares a menos de los diez mil millones a finales del año 2017. Lo grave de estos retiros de las reservas es que se ha destinado la mayoría de esos fondos a que sobrelleven su existencia entidades públicas que han recibido dineros en calidad de préstamos con el compromiso de honrarlos; pero, tal como funcionan, ¿serán posibles los reembolsos debidos conjuntamente los intereses?
Otro rubro al que se recurre está en los déficits y año tras año resulta ser la salvación porque “nada cuesta” cargar a otra gestión lo que se tiene que gastar y que cada año resulta menor que los presupuestos que, en otras palabras, gastamos más de lo que tenemos y, cuando necesitamos, recurrimos a prestarnos dinero de organismos internacionales o de la banca comercial extranjera o, mejor aún, aprobar déficits para que “el tiempo se encargue de pagar”. En ambos casos, préstamos y déficits hay que pagarlos tarde o temprano, con inclusión de los “bonos soberanos”, que también es otro recurso para contar con dinero que se gasta a “manos llenas” porque se hace imposible el ahorro, el gastar sólo lo que tenemos y empezar políticas austeras.
Los años de bonanza en que se gastó hasta festinatoriamente e inclusive para permitir cuadros de corrupción (por ej. caso Fondo Indígena), construcción de canchas de futbol, edificios faraónicos y otros como la compra de automóviles y aviones de lujo y otros por no ser posible la austeridad ni responsabilidad en los gastos. Por el contrario, seguimos en los extremos de la pobreza y con carestía de hospitales, escaso dinero para mejorar la educación y dejar de ser dependientes de la “comprensión y ayuda de organismos internacionales y países amigos”.
Triste es la situación cuando se la analiza siquiera superficialmente; pero, el gobierno y su partido no lo entienden así y prefieren la práctica de la demagogia y el populismo para “cantar loas a que somos lo mejor y estamos en la cima del desarrollo y crecimiento”; pobre realidad que, si se añade a que ni siquiera se puede esperar respeto a la Constitución y las leyes, se llega a la conclusión de cuán poco podemos porque muy poco se quiere o se tiene conciencia de país.
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