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[Rodrigo Burgoa]

El costo del enclaustramiento


“Bolivia no está encarcelada, desde luego no está encarcelada por Chile”. Fue una de las últimas frases que el pasado 28 de marzo quedó en el Palacio de la Paz de La Haya. Con dicha intervención del agente chileno Claudio Grossman, la etapa de los alegatos orales ante la Corte Internacional de Justicia en el caso denominado ‘Obligación de negociar una salida al océano Pacífico (Bolivia c. Chile)’, llegó a su fin. Cada parte tuvo nueve horas para exponer su posición, sustentada con argumentos históricos y jurídicos. También hubo algunas alusiones al tema económico por parte de ambos países, aunque escasas, considerando la naturaleza netamente jurídica del caso.

Sin embargo, es importante no dejar de lado la dimensión económica y plantearla con mayor detalle por los costos que causa el enclaustramiento geográfico para Bolivia. No contar con un acceso soberano al mar hace que Bolivia se vea en desventaja en el momento de competir con sus bienes en mercados internacionales. En el año 2016, la Asociación Latinoamericana de Integración, de la cual Bolivia y Chile son miembros, publicó una investigación titulada “El costo de la mediterraneidad: Los casos de Bolivia y Paraguay”. Más allá de que se tiene que corregir el título, pues Bolivia es un país enclaustrado y no mediterráneo, el estudio desarrolló una metodología solvente para el cálculo del costo inherente al enclaustramiento boliviano.

El método de cálculo de la investigación se basó en la construcción de un indicador de los costos del transporte de mercancías, estableciendo previamente una canasta regional única de importaciones desde un mismo origen, que aseguraba la comparabilidad de resultados entre los distintos países de la región. De esa manera, se certificó la objetividad y rigurosidad científica que todo trabajo económico de investigación debe tener. Por ende, los resultados obtenidos por el estudio son válidos para ser considerados y analizados.

El estudio demostró que el enclaustramiento geográfico causa que el costo de transporte boliviano, en términos globales, sea superior al promedio regional en un 33,2%. Si se compara los costos de transporte calculados en el caso de Bolivia respecto al de Chile, se llega a la conclusión que el costo de transporte boliviano es 135,5% mayor que el chileno, un país con más de 8.000 kilómetros de costa marítima. No queda duda de que el enclaustramiento geográfico hace que los costos de transporte sean más altos respecto a países costeros. Más allá de la conclusión anterior, se debe considerar las implicancias existentes por ese alto costo de transporte en la economía boliviana.

No se debe perder de vista que nos encontramos en un mundo cada vez más conectado gracias a la globalización, donde productos que tienen origen en distintas latitudes se encuentran compitiendo en mercados internacionales. En muchos casos, la decisión de los compradores finales de consumir un bien en lugar de otro tiene que ver con el precio de los mismos. Por tanto, para que un país cuente con altos flujos comerciales, es importante que sus productos sean competitivos en los mercados internacionales.

Claramente, esta situación es menos posible si el costo de transporte es más alto respecto al de los países competidores. Si ese fuera el caso de un país costero, se podría plantear políticas internas efectivas que ayuden a disminuir el costo de transporte. Sin embargo, no sucede lo mismo con un país sin acceso soberano al mar. Pese a plantearse políticas para reducir el costo de transporte, el resultado no alcanzaría niveles óptimos y aún sería significativamente mayor respecto a los costos de los países costeros. En consecuencia, los productos bolivianos llegan con desventaja a los mercados internacionales debido al enclaustramiento geográfico.

A su vez, esa disminución en la competitividad de los bienes bolivianos se ve reflejada en un menor flujo comercial que repercute en el crecimiento económico del país. La economía de cualquier nación depende de la capacidad de producción de bienes y servicios en un tiempo determinado y de los mercados de destino que tengan dichos bienes. Si bien la demanda interna en Bolivia no deja de ser importante, no es suficiente para asegurar un crecimiento significativo en la economía. Se requiere de una demanda externa que la dinamice. Notoriamente, hay menos probabilidad de cautivar una demanda externa si los productos bolivianos son menos competitivos debido a los altos costos de transporte. Por tanto, el enclaustramiento geográfico tiene un importante impacto negativo en la economía boliviana.

Las cifras económicas expuestas responden por sí solas a la afirmación del agente chileno y refuerzan las palabras de Domingo Santa María, Canciller de Chile durante la Guerra del Pacífico y, posteriormente, Presidente de ese país:

“No olvidemos por un instante que no podemos ahogar a Bolivia. Privada de Antofagasta y de todo el litoral que antes poseía, hasta el Loa, debemos proporcionarle por alguna parte un puerto suyo, una puerta de calle, que le permita entrar al interior sin zozobra, sin previa venia. No podemos ni debemos matar a Bolivia”.

El autor es Economista, catedrático y diplomático de carrera.

Twitter: rodrigo_burgoa

 
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