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Tesoro literario

John Kennedy Toole, desventuras de un torpe entrañable


“Ignatius” es la creación insólita de un tipo muy particular, John Kennedy Toole (1937-1969), un profesor que hizo de la escritura un modo de estar en el mundo porque no entendía la vida. Un escritor que se inventó un personaje que acabó devorándole. John Kennedy Toole, harto de ser rechazado por las editoriales, se suicidó demasiado joven (con 32 años). Y tuvo que ser su madre, una madre coraje, la que años después consiguió que acabaran aceptando el libro, y el libro fue creciendo y creciendo hasta lograr el Pulitzer.

Ignatius es un enorme hijo único, vago y consentido que siempre está comiendo. Ignatius Reilly es un jeta y un desvergonzado. Un gorrón insoportable al que a ratos se le quiere y otros resulta insoportable. Ignatius J. Reilly te puede hacer reír y a la vez te saca de tus casillas. Un esperpento.

El holgazán Ignatius J. Reilly es un personaje divertido, travieso, tierno y sobre todo un enorme niño de su mamá. Viven los dos solos en una vieja casa humilde a punto de derrumbarse, malviven del aire pero sin importarles demasiado. Pertenecen a una clase media desclasada de esas que intentan guardar buenos modales por el qué dirán. Madre e hijo no se soportan, pero no pueden estar el uno sin el otro. Ignatius, cuando se enfada (y lo hace a menudo), se encierra con un portazo en su habitación como un adolescente a escribir en unos cuadernos una especie de manifiesto contra «las prostitutas, los exhibicionistas, anticristos, alcohólicos, sodomitas, drogadictos, fetichistas, onanistas, pornógrafos, estafadores, jugadores...» que arruinan la ciudad.

Aquello fue el triunfo de John Kennedy Toole y el de su madre, quien anciana logró ser la vedette con que soñó de adolescente: concedía entrevistas para relatar las virtudes de un genio incomprendido. No le faltaba razón, como reza la cita de Jonathan Swift con la que se abre el libro: “Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. (El Mundo)

 
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