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[Raúl Alcázar]

La quimera imaginaria del Silala

Parte I

Recientemente, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia vulnerando parcialmente el artículo 53 del Estatuto del Código Procesal Internacional, efectivo en la Corte Penal Internacional de Justicia, ha puesto en conocimiento del público algunos detalles de la causa boliviana en contra de Chile del último día de agosto del 2018, en relación con el litigio internacional del Silala que se ventila en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

La gran paradoja de las poco virtuosas relaciones exteriores bolivianas, de acuerdo con lo revelado con posterioridad, se inició formalizando el acuerdo previamente suscrito entre Evo Morales Ayma y Michelle Bachelet Jeria del 17 de julio del 2006, conocido aún como la “Agenda de los trece puntos”.

Bolivia resolvió entonces exigir unilateralmente su “derecho a decidir” sobre un cauce de carácter acuífero en su territorio patrio que tiene “un flujo artificial” sobre el que “Chile no tiene derecho”. Exigiendo “una compensación económica que debe ser pagada” tras décadas de aprovechamiento de estos recursos de origen boliviano para fines industriales “sin compensación alguna”. Las aguas del Silala de acuerdo con lo expresado por Bolivia nacerían en el vicecantón Quetena, (Sud Lípez del Departamento de Potosí). Se trataría de 200 litros por segundo usados diaria e irregularmente por Chile para el consumo de poblaciones como Calama, Tocopilla y otras. “Los recursos hídricos tendrían origen fósil y se originarían en un sistema de 94 ojos acuosos que se reúnen en un ducto principal, que ingresan a territorio extranjero por medio de canalizaciones realizadas por Chile desde el año 1884”.

El 31 de agosto del 2018, inesperadamente, Bolivia instala “tres contrademandas a la causa chilena previamente establecida invocando reclamos en asuntos territoriales autónomos previamente inexplorados o no consensuados preliminarmente entre las partes en el año 2011” (Beatriz Michel Rico – La verdad detrás de la actual demanda marítima - 2016).

El tiempo, la ligereza, los enigmáticos y sobrecogedores cambios en la diplomacia boliviana y otros numerosos factores han dejado en el olvido miles de páginas de investigación previa por parte de numerosos autores, que intentaremos refrescar en esta nota.

Si los bofedales del Silala fueran un río; las obras de la mampostería de piedra labrada, las pequeñas y medianas acequias, los conductos de rocas de pizarra con arcilla y limo, los desagües y taludes subterráneos, las obras de cauce y los vertederos existentes en el área no fueran necesarios. El agua transcurriría espontánea y naturalmente hacia tierras más bajas y lo hubiere hecho desde hace siglos sin intervención humana.

Las conjeturas chilenas de que en el área del Quetana existían cuantiosos recursos hídricos, provinieron de dos orígenes, muchos años antes de la invasión chilena a Bolivia: Del contrato con el geólogo francés Pierre Joseph Aimé Pissis, quien al concluir su misión para el gobierno boliviano y en su retorno a Europa fue comprometido por el gobierno de Chile. Su relación con el gobierno chileno se extendió por 20 años y se inició el 10 de octubre de 1848. Custodiado por fusileros, recorrió palmo a palmo no solo el territorio chileno sino también, sin ataduras y libremente, el territorio boliviano, como lo atestigua su texto “Geografía física de la república de Chile” (Instituto Geográfico de París - Ch. Delagrave - 1875) que se constituye en un importante antecedente de la avidez chilena por los recursos acuíferos bolivianos.

Sus reportes fueron especialmente valiosos por las descripciones de los ríos Lauca, Caquena y Uchusuma a los que posteriormente Chile desvió -hasta el día de hoy- sin la anuencia boliviana. Y de los contradictorios estudios, patrocinados por Santiago, del ingeniero inglés de ascendencia neozelandesa Josiah Harding, publicados en el trabajo “El desierto de Atacama, Bolivia” (Journal of the Royal Geographical Society, 1877 - Vol. 47).

En 1886, Josiah Harding, sin autorización del Gobierno de Bolivia, procedió a excavar zanjas con pendiente, para hacer posible el escurrimiento de aguas inmóviles de los bofedales y llevarlas al “nuevo” territorio chileno para el llenado de los calderos de las locomotoras de vapor” (María Piedad Allende Edwards - Historia del Ferrocarril en Chile – Santiago - 1993).

Si la versión chilena de un río internacional tuviera algún fundamento, ¿por qué el 4 de Julio de 1908, The Antofagasta (Chili) and Bolivia Railway Company Limited, -antes la Compañía Huanchaca de Bolivia de la que fue accionista mayoritario Aniceto Arce, entre otros empresarios bolivianos- solicitó el uso de esas aguas al gobierno de Bolivia?, si podía simplemente usarlas en su territorio sin autorización boliviana. Si se trataban de aguas de “curso internacional”.

¿En qué lugar esta empresa obtenía las aguas para el uso de las locomotoras y para la provisión de agua potable (como negocio adjunto) de las ciudades de Antofagasta, Mejillones, Calama y Tocopilla?

¿En territorio chileno? No, en territorio boliviano.

 
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