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Educación en valores

Wilma Flores Ortega

En una visión general de la sociedad boliviana, aparentemente nos regimos por valores morales compartidos, sin embargo la práctica dista mucho tanto de lo que decimos y hacemos, si nos remontamos a tiempos antiguos, cuando los quechuas, una cultura regia que surgió en este territorio, se dirigía en su diario vivir por una trilogía que, podemos afirmar, son valores morales muy intrínsecos en la sociedad de ese tiempo, como el “ama llulla, ama sua y el ama quella” (no seas mentiroso, no seas ladrón y no seas flojo). Podríamos afirmar que fueron principios de vida, valores que marcaron una línea de comportamiento de cada miembro dentro de esa sociedad. Siendo esos nuestros orígenes, algo tuvo que haber cambiado.

Para hablar de estos cambios muy bien definamos a qué llamamos valores morales. Son un conjunto de principios, los cuales guían las acciones de las personas, incluso cuando nadie las ve. Sus valores morales no cambian en función de la situación o circunstancias que los rodean, sino que se basan en principios.

Son importantes los valores morales, más hoy que las malas compañías, las películas y los programas de televisión, así como internet, bombardean a los niños y jóvenes con mensajes muy distorsionados sobre lo que está bien y lo que está mal. Estos mensajes pudieran hacer dudar de los valores y principios morales que les enseñaron en casa, o que aprendieron en el seno familiar.

¿Qué origen tienen tales cambios? Son éstos el reflejo de la evolución y los avances en la tecnología y la sociedad actual. Por los ejemplos que estamos dando a nuestra juventud, los nuevos valores están penetrando y deformando nuestras creencias y valores; influyen para lo que vemos y oímos, de ahí que los medios de comunicación hayan tenido gran incidencia en el comportamiento de nuestra sociedad, en especial en nuestra juventud, llamada el futuro de la sociedad o, mucho mejor, el presente de la misma.

Vivimos en una sociedad en la que no se enseña valores morales en la escuela, pues maestros y maestras temen que ser tildados de moralistas, o como se dice, “El que está libre de culpa que tire la primera piedra”, pero si se lo repite, una y otra vez, caen en saco roto por la falta del ingrediente indispensable que pesaría mucho mejor, como es: el ejemplo.

Sin principios que nos direccionen, nuestra existencia es poco más que una lucha por sobrevivir. En efecto, los valores aportan sentido a la vida y además establecen prioridades, límites morales y reglas de conducta. El sistema educativo nacional, la legislación anterior y la actual promueven el cultivo de las mismas, como se las llame, transversales o ahora dimensiones en cuanto al Ser, una educación del Vivir Bien, el Suma qamaña, que le permita satisfacer su ser e integrarlo a la sociedad. Para ello debemos formar integralmente al educando, con un cambio de esquemas mentales, que nos permitan influir de manera positiva en nuestro entorno. Sin embargo, requerimos como docentes, formados integralmente en los centros de formación, cambiar nuestra personalidad, conformada con principios que sean eternos y satisfagan a la sociedad y las comunidades. Esto nos permitirá impartir con palabras y acciones lo que queremos enseñar y llegar al corazón de nuestros estudiantes.

Entre los valores que muestran un notable declive está la ética laboral, asignatura que se tiene en las casas superiores como teoría, sin embargo, podemos afirmar que un claro ejemplo de ello lo tenemos en este comentario triste, pero real, “Cada vez cuesta más encontrar empleados que aguanten más de un día, sean puntuales y no lleguen bebidos”. Aunque, claro, estas son manifestaciones de problemas de fondo, estructurales, como las rupturas familiares, la rebeldía y otros, que reflejan la crisis de valores morales en nuestra sociedad.

Es una visión sencilla y humilde de alguien que no desea ofender la carrera docente, dando simplemente un vistazo a nuestra realidad, nuestra región y nuestra sociedad, tomando en cuenta que es de humildes aceptar nuestros errores, pero de valientes corregirlos.

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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