[Alejandro Mallea]

La verdad aunque duela

Populismo decadente


El populismo nace con el Imperio romano y desde entonces los estudiosos en ciencias sociales o políticas tienen un serio problema con su definición, etimología y valoración. Al populismo lo consideran como el término menos preciso del vocabulario social o político. No tiene valor conceptual y se ha reducido a una simple adjetivación, entonces se demoniza o diviniza el término y sus actores.

No hay consenso sobre si se trata de una ideología, un movimiento social, un liderazgo o un régimen político. Se lo asocia con el fascismo y se lo emparienta con el militarismo, muchas veces no compatible con la democracia; es un híbrido entre lo autoritario y lo democrático. El populismo puede ser considerado como una enfermedad de los sistemas democráticos modernos, por su potencial tiránico y displicencia con los derechos ciudadanos.

Con esos antecedentes, un populismo posmoderno se vive en Bolivia, porque la convirtieron en una colonia experimental del “socialismo Siglo XXI”, con rasgos como los siguientes:

1) El populismo boliviano exalta a un líder providencial, que desde hace 7 años desea resolver para siempre los problemas del pueblo. Se ha erigido como un caudillo con alta dosis de demagogia, “vive para su obra”, por lo que tiene apoyo total de los discípulos de su partido, en especial cuando maneja la pelota.

2) El populista boliviano no sólo abusa de la palabra, sino que al darse cuenta de la importancia de los medios de comunicación, los usa para hipnotizar a las masas y ridiculizar al pueblo.

3) Atenido a que “la voz del pueblo es la voz de Dios”, el “gobierno de los indígenas” hace que tenga rango de verdad oficial y sueña con decretar su única verdad. Paralelamente no cree en Dios, abomina la libertad de expresión e interpreta la voz del pueblo a su gusto. Confunde la crítica con la enemistad, por eso busca desprestigiarla, controlarla y acallarla.

4) No muestra seriedad en el manejo de la economía y las finanzas. Reparte desmesurada y directamente la riqueza nacional, creando así una idea ficticia de la realidad económica, entronizando una mentalidad becaria, en especial para los necesitados. Al final, ¿quién pagará las cuentas? Ojalá que la falta de conocimiento en materia de economía no se traduzca en desastres para el país, difíciles de solucionar.

5) El populista actual alienta el odio de clases, debido a la intemperancia de sus partidarios, que hostigan a los “ricos” y opositores, incitando contra ellos a grupos sociales que actúan al influjo de dádivas. Se trata de una masa selectiva que vocifera “el poder para los que gritan, el poder para el pueblo”. Por regla fustiga al “enemigo exterior”. Inmune a la crítica y alérgico a la autocrítica, el régimen populista necesita señalar chivos expiatorios para sus fracasos, desvía la atención interna hacia el adversario de afuera, con la retórica anti EEUU y otros enemigos externos que sólo existen en su imaginación, recurriendo a expresiones que abochornan a nuestro pueblo.

6) El régimen populista desprecia el orden legal, por desconfianza en las leyes hechas por él mismo; el Congreso, el Poder Judicial y el Órgano Electoral son depurados a su conveniencia, para que debiliten, domestiquen o cancelen las instituciones de la democracia liberal, abominable para ellos, cuando se halla fuera de los límites de su poder.

En resumen, vivimos un populismo degenerado y provisional, en camino de ser plenamente dictatorial, por eso alimenta sin cesar la ilusión de un futuro mejor, enmascara los desastres que provoca, posterga el examen objetivo de sus actos, doblega la crítica, adultera la verdad y corrompe el espíritu del boliviano.

Por ello es necesario analizar y afrontar los peligros que se ciernen sobre la Nación; los líderes de la oposición deben meditar sobre sus actitudes para “reconducir la democracia”.

El autor es docente universitario.

almamor2003@hotmail.com

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