Los culpables de la tragedia del lago

El horroroso naufragio de una lancha en las gélidas aguas del Lago Titicaca, que arrastró a la muerte a 13 niños y maestros, produjo una reacción de espanto y dolor en la población boliviana, aunque el hecho podría quedar en la impunidad y el olvido e inclusive vuelva a producirse.

Lo que queda por preguntar es: ¿quiénes son los culpables de esa tragedia? ¿Son responsables las autoridades del Estado, la Fuerza Naval o los dueños de las embarcaciones de transporte en el lago?

Se puede decir que los principales culpables de ese drama son, en realidad, los barqueros que se oponen a brazo partido a adoptar las medidas más elementales de seguridad que tratan de aplicar la Fuerza Naval y algunos vecinos previsores.

Esas autoridades militares propusieron muchas veces el control de las lanchas, establecer la cantidad de pasajeros que deben transportar, uso de salvavidas, inspección de los motores, mejora de los servicios, etc. Pero los empecinados propietarios de esas precarias embarcaciones se resistieron a brazo partido, al extremo de oponerse al uso de salvavidas para así poder transportar más pasajeros, aludiendo que significaban mucho peso y no podían llevar más carga.

En efecto, cuando se propuso medidas de control y seguridad, de inmediato los lancheros alzaron el grito al cielo, amenazaron con bloqueos, paros, suspensión de toda clase de servicios y otras medidas de presión “hasta las últimas consecuencias” y, finalmente, impusieron su dictadura y desconocieron a las autoridades, confirmándose que, como en el resto del país, no existe el Estado y cada quien hace lo que le pide el cuerpo.

Esos aspectos hicieron que el transporte sea del máximo peligro, sin que la Fuerza Naval pueda adoptar la menor disposición para evitar tragedias espantosas, lo cual revela que la culpa del hundimiento de la lancha es de exclusiva responsabilidad de los propietarios de las lanchas.

Una vez producida la tragedia, ahora se constata que las autoridades del Estado observan (con la doble conducta que les caracteriza) lo ocurrido en el lago con notable indiferencia, pues no les importa ni en lo mínimo la muerte de indígenas. Pero si las víctimas hubiesen sido funcionarios de Gobierno o extranjeros, habrían hecho gran escándalo, investigaciones, pago de indemnizaciones y enviado a la cárcel de inmediato hasta a gente inocente, para que sea víctima de las redes de extorsión.

La tragedia del lago no ha merecido ni la menor reacción de parte del Gobierno, pese a que se trata de gran cantidad de indígenas fallecidos, en la misma forma que no reacciona cuando a diario mueren decenas de campesinos en accidentes de carreteras, porque los funcionarios públicos consideran que esas vidas nada valen.

A fin de cuentas, la ausencia del Estado, la dictadura de pequeños propietarios (lancheros, gremiales, choferes, campesinos, contrabandistas, cocaleros) y el caos general funcionan a sus anchas, desencadenando un proceso sostenido de desintegración nacional, por supuesto, producto de ideologías populistas que incrementan deliberadamente las tragedias, pese a las críticas de la opinión pública y los medios de prensa que se quiere silenciar.