[Paul Coca]

La “colacracia” boliviana


Al hablar de “colacracia”, no nos referimos al término usado por los argentinos para referirse a la parte trasera de una mujer, sino que la palabra “cola” es sinónimo de “fila” y “cracia” viene del griego “kratos”, que significa poder o autoridad, es decir, el poder de la fila, de hacer cola, pero usándolo de manera peyorativa.

En nuestro país, hacemos “cola” por absolutamente todo, y nuestra vida ya se ha acostumbrado a hacer colas en bancos, en entidades públicas, para ingresar al estadio, para votar, para ir al supermercado, para la atención en los hospitales, para usar el transporte público, etc. Dicha actividad forma parte de nuestra rutina diaria, y cuando estamos rumbo a hacerla, dedicamos unas cuantas horas para ser parte de la misma, llevando algo para comer o leer, y hasta una silla para sentarnos, puesto que mínimamente le dedicamos toda la mañana, o todo el día, en el peor de los casos.

Pero lo que nos interesa, es la que debemos hacer ante los organismos e instituciones estatales (públicas), puesto que la “cola” viene de lado con su hermana “vuelva mañana”, y no nos queda más que callar, y aguantar, puesto que si enojamos al funcionario que se encuentra atendiendo nuestros trámites, de seguro puede tomar represalias contra quienes nos encontramos siendo parte del extenso grupo humano que hace “cola”.

Las colas no son más que una expresión del poder que tiene una oficina estatal, reflejada en un funcionario público, quien, aunque jerárquicamente sea inferior a su Jefe, tiene un poder absoluto sobre la fila, ya que depende de él la atención al usuario, y existe todo un sistema diseñado para que existan colas y que no desaparezcan, puesto que allí se encuentra el caldo de cultivo para la corrupción, ya que algunos prefieren efectuar un pago extra para ahorrarse el hacer cola y tener celeridad en sus asuntos.

La no actualización de los sistemas, el no querer facilitarle la vida a los usuarios, el hecho de que damos como única vía este sistema, son aspectos que permiten que las colas continúen, mientras que en otros países se las han reducido al mínimo, simplificando procedimientos y permitiendo formas diversas de seguir un trámite, usando aspectos que la tecnología nos otorga. Pero en nuestro país, estamos acostumbrados a hacer todo tipo de cola por un solo trámite ante las reparticiones públicas: para presentarlo, para un sello, pagar en caja, para preguntar si ya se encuentra concluido, y para recogerlo; si el mismo se encuentra observado y/o rechazado, hay que volver a efectuar las tediosas colas y así perder el tiempo y la sonrisa.

La cola más reciente fue la del Empadronamiento Biométrico, en donde lo mínimo que muchos han tenido que sufrir es estar un mínimo de cinco horas a la intemperie esperando ser atendidos, pero la gente no solamente hace cola por esto, y mientras nos prometen mejorías, seguimos en lo mismo. Y las colas aumentan su grosor, ante la impaciencia de la gente.

El autor es abogado.

abog.paulcoca@gmail.com

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