Con la finalidad de ampliar los márgenes de endeudamiento externo por las restricciones que impone la Unión Europea, varios países de Europa estarían a punto de incorporar en sus respectivos PIB la economía de la prostitución y de las drogas. La medida, de concretarse, sería una simple muestra de la imposibilidad de ampliar o hacer crecer la producción de esos países y que les permita contar con un Producto Interno mayor al que actualmente tienen.
Legalizar las drogas es, de hecho, dar libre vigencia al tráfico y consumo de drogas alucinógenas; en otras palabras, es preferir cuidar la economía sin importar riesgos o, peor, comprometer la seguridad de la población tan sólo por razones económico-financieras. Sería un paso que, más temprano que tarde, acarrearía serios problemas a la población de esos países, que quedaría librada a la voluntad de quienes negocian con la vida de los pueblos mediante el consumo de drogas.
Muchas veces, luego de que Holanda haya decidido dar legalidad al consumo de drogas, especialmente marihuana, ha surgido la tentación en varios países y hasta en los Estados Unidos hubo una especie de “propiciadores” de la legalización; felizmente la idea no culminó y, hasta ahora, sigue prohibida su libre comercialización y su consumo; no obstante ello, la cantidad de drogadictos en el mundo aumenta aunque, como en el caso de los Estados Unidos, haya disminuido el consumo de cocaína, se reemplazó con otros productos igualmente letales para la vida humana.
¿Cuál sería la realidad con drogas legalizadas? Si se tiene en cuenta que con dos, alcohol y tabaco, las muertes suman millones en el mundo, ¿a qué cantidad de víctimas se llegaría con el consumo libre de drogas? Hoy, en casi todos los países del mundo las drogas tienen costos altos para los consumidores; la legalización implicaría mayor oferta y menores precios, lo que generaría, automáticamente, la presencia de más adictos y, consecuentemente, más muertos debido a que las drogas estarían al alcance de toda la comunidad, porque el argumento de que “habría controles estrictos, especialmente en sitios donde hay niños y jóvenes” es utópico, pues hasta ahora los comerciantes se han ingeniado para introducir drogas en colegios, universidades, campos deportivos, teatros y todo tipo de espectáculos y lo han hecho sin medida alguna y sin que las autoridades puedan evitarlo.
Es de esperar que el anuncio para varios países europeos no se concrete porque, de ser así, más fácil sería para muchos países, por simples razones económicas, adoptar la misma medida que sólo beneficiaría a los productores y generaría más víctimas.
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