Una guerra sucia inmisericorde


 

Para la mayoría de la colectividad nacional observar una guerra sucia entre los candidatos para las elecciones del próximo 12 de octubre, no sólo es vergonzoso sino decepcionante y frustrante, porque lo menos que se puede esperar de quienes creen ser personas civilizadas e imbuidas de valores cívicos, es que desciendan a terrenos que no sólo dañan a sus contrarios ocasionales sino que lastiman al pueblo, lo defraudan y le restan esperanzas de mejores días; aparte de todo ello, son los mismos protagonistas que se hacen daño y se restan posibilidades de voto.

Que es preciso realizar campañas mostrando programas, intenciones y conciencia de país y vocación de servicio, es evidente; pero que para ello haya que descender a publicidad chabacana, a utilizar adjetivos, insultos y diatribas contra los contrarios; que haya que recurrir a las “discusiones de mercado” o a enrostramientos que no vienen al caso, no es justo ni conveniente.

Atención a principios elementales de respeto y consideración por la ciudadanía nacional es lo mínimo que se puede exigir a quienes terciarán en los comicios para que éstos, a su vez, exijan mejor comportamiento a sus adherentes, simpatizantes o militantes partidarios que, obnubilados por la obsecuencia que tienen por sus jefes, no ven ni sienten nada y sólo obran instintivamente recurriendo a lo peor que les sale de complejos, odios, celos, revanchismos y otros graves defectos.

Que las campañas deben efectuarse en marcos de pluralidad, igualdad, equidad y ecuanimidad entre los cinco candidatos, es evidente; que cada uno tiene que tener la oportunidad de dar a conocer sus intenciones y programas es otro hecho que nadie debe desconocer; pero que, por un lado, se acuda a mostrar obras ya hechas en anterior período o mostrar lo que ya está en ejecución como parte de la campaña, no es correcto y menos ético; al contrario, es una forma de “jugar con ventaja”, atenidos al poder que se tiene.

Cuán interesante hubiese sido el desarrollo de debates entre los candidatos, como medio para que el pueblo los conozca, sepa de sus programas e intenciones, para que rebatan entre sí lo que les parece mal y den a conocer sus propios defectos y falencias. La sola propaganda o publicidad mediante los medios de comunicación no siempre es medio para llegar al pueblo que, ante la negativa para debatir los diferentes problemas nacionales, cree que hay miedo, temor a perder la confianza ganada y, por supuesto, miedo a que en un debate, el elector pueda escoger al candidato que mejor le parezca y cree que tiene las mejores condiciones para gobernar al país.

De todos modos, sea cual sea la posición de cada candidato, es tiempo de parar la “guerra sucia”, los enfrentamientos que hacen daño a todos y que no dejan traslucir algo bueno para el futuro con postulantes que bien saben del insulto antes que de valores.

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