Marcelo Arduz Ruiz

...DE CÓMO SE HUBIERA LLAMADO AMÉRICA



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En un tiempo en que el Contralmi-rante de la Mar Océano -Christofo-rus Columbus- y el cartógrafo Américo Vespucci habían ya fallecido, de manera por demás comedida como injus-ta al cosmógrafo alemán Martín Wald-seemüller se le ocurrió proponer en su “Cosmogograpraphiae introductio” (1507), que se sobreponga el nombre del descriptor al del auténtico (des)cubridor del continente, como en efecto se hizo con aprobación del sindicato de los cartó-grafos que, contra viento y marea, conso-lidó definitivamente el nombre en 1522.

No obstante el sabio peruano Ricardo Palma, al remover amarillentos folios en la Biblioteca y Archivo Nacionales de Lima tras la oprobiosa invasión y ocupa-ción chilena durante dos años de la Ma-dre Pátria peruana (la única auténtica madre de las naciones latinoamericanas que se sepa), rescató un informe que el Virreinato de Lima había dirigido a la administración española, en el que cons-taba que el nombre primigenio de Améri-ca no es como se cree hasta hoy deriva-do del nombre del autor de la primera carta geográfica del Nuevo Mundo, sino que era de inspiración aborigen (y conste que no estamos hablando de la palabra inventada en 1992 de Abya-yala, que na-die sabe lo que significa aunque se suele atribuirle la significación de Monte alto o grande).

Profundizando el tema, se llegó a esta-blecer que el cartógrafo florentino se lla-maba Albérico y no Américo. Por otro lado, siguiendo la tradición imperante en la época solamente se bautizaba a los territorios descubiertos con el apellido de los navegantes por (ejemplo, Magalla-nes, Vancouver, Diemen, Cook y otros), mientras que para países y ciudades se reservaba el nombre de los integrantes de la familia real (Georgia, Lousiana, Ca-rolina, Maryland, etc.), por lo cual el Nue-vo Mundo hubiera tenido que llamarse Vespucio, a secas. Y, si desde el comien-zo se obraba con corrección se debería llamar Colonfia o como en justicia el Li-bertador Bolívar al momento de bautizar al actual Estado latinoamericano ansiaba se llamara; y en el supuesto caso de op-tarse únicamente por la vía del nombre: Cristofonía...

Aunque Colón no menciona el nombre nativo de estas tierras, Palma (que por algunos atisbos observados en el cua-derno del primer viaje deduce que sí lo sabía y como más adelante la carta de la Cosa lo llegaría a confirmar) refiere que luego de su muerte sus compañeros de viaje lo difundieron en el viejo continente, en un tiempo en el cual no se conocía otra relación impresa que la del tal Ves-puci, y la pronunciación un tanto alterada de su nombre se llegó a confudir con la voz indígena que todavía designa a una cadena montañosa en territorio nicara-güense, borrándose así los vestigios de la connotación original en la memoria colectiva universal.

No obstante que en las aulas escolares del país y del exterior todavía se sigue inculcando la versión de que el nombre de América proviene del autor de la carta de Bale, más adelante se llegaría a re-velar que el cartógrafo florentino la ha-bía copiado del mapa elaborado en 1500 por el acompañante de Colón y piloto de la nave “Santa María”, Juan de la Cosa (1569 - 1509), que se man-tuvo durante un largo pe-ríodo escondido debido a que fuera sustraído de los archivos secretos del Vati-cano durante la interven-ción de las tropas napoleó-nicas.

Cabe aquí mencionar co-mo anécdota, que James Cook al avistar en la costa australiana un exótico ani-mal nunca antes visto, pre-guntando su nombre a uno de los nativos éste pronun-ció guturalmente la voz con la cual la ciencia bautizó la especie. Pa-sados los años, los ingleses advirtieron que el nombre del animal era Wal'by para la especie pequeña y Wal'ru para la ma-yor y que en una de las muchas lenguas nativas de la isla la palabra “kun-u-roo” significaba simplemente “no entiendo”, pero ya nada se podía hacer para cam-biar el nombre de una especie que ya era famosa en el mundo entero con ese nombre.

El primigenio mapa americano, en un recuadro grande situado en la parte su-perior lleva estampada la figura de “San Cristóbal” cargando al Niño en hombros, en homenaje a Colón, con el significado de quien hizo cruzar el mensaje cristiano de una orilla a otra del océano. Por esta estampa bíblica, es posible deducir que en algún momento se llegó a barajar el nombre del navegante como alternativa frente a una posible nominación del Nue-vo Mundo.

Descartado el nombre de Vespucio co-mo autor de la primera carta geográfica, parecía no quedar otra alternativa que nominar al Nuevo Mundo con un título algo similar al de un programa picaresco de la TV mexicana: como el continente “De la Cosa”, y de manera irremediable a sus habitantes estigmatizarlos como los “cositos”. Menos mal que el continente no era terreno baldío ni un ilustre desco-nocido, nombrándolo los salvajes pre-colombinos, atabiados de plumas, con el mismo nombre con el cual se lo conoce de manera universal en nuestros días, en contra de todo lo que pudiera alegar el mismísimo plagiario del Cosito!…

(*El autor es miembro fundador de la Academia Boliviana de Heráldica y Ge-nealogía)

 
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