(Cuarta parte)

Anécdotas de mi tierra

Yuri Mirko Ríos Madariaga


Don Juancho ahora puede respirar tranquilo en su nueva morada, sus días de tormento terminaron. Su triste existencia le fue arrebatada y desperdiciada entre barrotes.
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Aunque llovía y llovía sin cesar durante horas y horas, esta inclemencia impertinente de la madre naturaleza no podía evitar que visite al referente mayor de la “ciudad de los anillos y de las radiales”: el Cristo Redentor, donde en diciembre de 2006 tuvo lugar una de las mayores concentraciones populares de la historia de Bolivia denominado “El Cabildo del Millón”; todos a un solo corazón y fuer-za de voluntad demandaban que se acepte la aprobación de las Autonomías Departa-mentales en la Constitución que se estaba redactando en ese momento. En julio del año en curso, el máximo líder de la Iglesia Católica (Papa Francisco) no fue ajeno a ese tipo de manifestaciones multitudinarias, pues también logró congregar a centenares de miles de fieles a los pies del Cristo para que gozosos es-cuchasen la misa celebrada por él mismo. A diferencia de otros “Cristos” que están con los brazos extendidos, el Cristo Redentor se encuentra con los brazos levanta-dos con las palmas al frente como clamando al pueblo por serenidad ante las adversidades.

Pasear por las Siete Calles (en realidad y desde ha-ce mucho que son solo seis) siempre ha sido una experiencia seductora para el visitante, pues éste es un punto legendario que nace del encuentro de tres pintorescas callecitas, a saber: la Suárez de Figueroa, que va de es-te a oeste; la Vallegrande, que se dirige de norte a sur, y la Isabel la Católica, que corta a ambas diagonalmente, de noreste a suroeste -sin duda- una disposición inusual que desencaja del típico tablero de ajedrez (legado de los españoles), conservado en los planos de los cascos viejos de las ciudades del Nuevo Mundo. Pese a que el casco viejo poco a po-co se va inundando de modernas y lujosas construcciones, aún atesora y realza la exquisitez de la arquitectura colonial y republicana que nos transporta a la Santa Cruz de otra época.

Como declarado amante de los anima-les, tampoco podía salvarse de mi visita el Zoológico Municipal de Fauna Sudameri-cana “Noel Kempff Mercado”. El aviario es simplemente impresionante, en su dilatado espacio los emplumados cantaban, grita-ban y revoloteaban a su antojo entre la frondosa arboleda. Pude reconocer a la paraba barba azul, una joya endémica en serio riesgo de desaparecer para siempre, solo vive en la región centro-sur de los lla-nos inundables de Moxos. Otra joyita en-démica que mis ojos descubrieron fue a la paraba frente roja, también en peligro de extinción, los valles secos interandinos constituyen su hogar. Y si hay algo que no me agradó, fue seguir viendo a los felinos (pumas, jaguares, ocelotes y gatos monte-ses) encerrados en jaulas poco adecua-das. Ya me imagino como de-bió haber sufrido Don Juancho, el jaguar viejito y ciego que fue entregado por la Gobernación a la Comunidad Inti Wara Yassi en 2009, que lo trasladó al Parque Ambue Ari (cerca de Ascención de Guarayos) para que pase sus últimos días con dignidad. En marzo de este año me hubiera gustado cono-cerlo en persona, pero el obje-tivo quedó frustrado, no conta-ba con el bloqueo repentino e inoportuno de los arroceros en la población de El Puente. Pa-ra ser franco, el zoológico que-dó bien pequeño. Actualmente hay voces que piden que sea trasladado a otro sitio para brindar mayor comodidad a los animales, especialmente a felinos y primates; algunos han sugerido el Jardín Botánico pero el fin de este último es diferente, y como se dice en la región andina “no hay que mezclar papas con chuños”.

Algo que califico de increíble y hasta de muy gratificante fue no haber visto a un so-lo minibús rodando por sus calles, a excep-ción de unos que se dirigían a Satélite (ciudadela ubicada al norte en el municipio de Warnes). En mayo pasado el Concejo Municipal de Santa Cruz mediante una ordenanza, prohibió la circulación de este tipo de vehículos dentro del segundo anillo por considerarlos no aptos para el trans-porte de pasajeros, a más de ocasionar trancaderas en horas pico. Al parecer la medida se extendió por toda la ciudad. Desde mi humilde perspectiva, fue una disposición acertada que hay que ponderar y digna de ser imitada en las capitales de departamento del occidente del país. Si…. aunque los compañeros choferes se enojen y quieran crucificarme.

Como la lluvia no se animaba a terminar de una vez por todas, busqué cobijo deba-jo del alero de una tienda de regalos en la Cañoto al frente de La Ramada, fue enton-ces que divisé a una parejita, era la misma que pololeaba en el zoológico, pero digo ¡qué coincidencia más grande! en una ciudad de un millón y medio de habitantes (la más poblada); saltar en un santiamén del tercer al primer anillo y en la misma dirección. Recuerdo que él pacientemente le explicaba con su inconfundible acento oriental (como si la “jota” estuviera en lugar de la “ese”) que “esaj mangueritaj coloca-daj en la piscina sirven para airear el agua que loj pecej respiran”, ella con movimien-tos verticales (arriba-abajo) de la cabeza asentía convencida lo que su príncipe azul aseveraba.

Para finalizar, la ciudad de Santa Cruz ofrece un sinnúmero de atractivos para co-nocer, solo nombraré algunos: la Basílica Menor de San Lorenzo en la plaza 24 de Septiembre, el Parque El Arenal, el Parque Urbano, el Museo de Historia Natural, el paseo de la Monseñor Rivero, las cabañas del Piraí y porque no, el célebre Plan Tres Mil. Y en cuanto a poblaciones vecinas tie-nen relevancia Cotoca, La Guardia y Po-rongo.

Hasta aquí llegó mi corto paseo por la linda tierra cambita. Y ahora no me queda otra que subir de nuevo a las serranías, desde El Torno hasta Aiquile.

 
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