Omisiones y errores en una Historia Monetaria

En comentario anterior acerca del libro Historia Monetaria de Bolivia, libro publicado por el Banco Central de Bolivia, señalamos que sus autores cometieron errores históricos de notable significación, indicando, a la vez, que esas fallas eran más notables porque se trataba de una publicación oficial, cuya credibilidad adquiere valor absoluto.

Se indicó que el primer tomo de ese texto no tomó en cuenta aspectos fundamentales de la historia monetaria de Bolivia, lo cual impide el conocimiento correcto de ese asunto y origina grave daño para el prestigio nacional. En ese sentido, se destacó el incorrecto tratamiento que dio el Tomo I a los antecedentes de la etapa del Kollasuyo y la depredación incaica subsiguiente. Así mismo, el libro ofrece una versión errónea acerca de la etapa de la conquista española, sin hacer referencia a los errores gramaticales.

Pero, donde se observa errores y falsedades es en el capítulo que se refiere a la moneda feble, acerca de la cual insiste en conclusiones alejadas de la verdad. A la par, desconoce la presencia del ministro de Economía, José María Lara, en el gabinete del presidente Santa Cruz, así como las medidas que dictó y con las que orientó al gobernante y, por tanto, las consecuencias políticas que logró la política monetaria que introdujo su gestión. Tampoco se estudia los aspectos de fondo de la política monetaria que determinaron las medidas que se aplicó a partir de 1872, etc.

Los errores y lagunas históricas de este libro no se limitan a los puntos mencionados relacionados en el Tomo I, sino se extienden a capítulos del Tomo II, omisiones tan lamentables como en el primero, entre ellos ignorar la proposición del entonces abogado José Luis Tejada Sorzano, quien después de criticar el saqueo de minerales, propuso en el libro “Cuestiones económicas. Después de la crisis” (1909, Londres, Inglaterra), nacionalizar la minería al señalar los siguientes conceptos: “Bolivia debe, pues, por todos los medios a su alcance afrontar resueltamente una política eminentemente nacionalista al sentar las bases de su desarrollo económico”.

En líneas siguientes anotaba: “Llamaremos política nacionalista a aquella que tenga en mira formar verdaderamente una nación y que al mismo tiempo de acordar la importancia que esos problemas demandan, dé lugar preponderante a la utilización preferente de los pocos elementos que tiene dentro de sí, a la protección decidida de los intereses más estables”. (Pág. 137).

Citar a otros economistas y estadísticas de la época no es suficiente si se desconoce el pensamiento de Tejada Sorzano, cuya influencia duró varios años, hasta crear una corriente económica conocida entonces como “fiscalista”, que actuaba dentro del Partido Republicano (1915) y llegó al poder durante el gobierno del presidente José Gutiérrez Guerra, quien encabezaba esa tendencia.

El pensamiento económico de Gutiérrez Guerra fue determinante. Era seguidor de la línea de Tejada Sorzano y es más, su ministro de Hacienda, Darío Gutiérrez, sostuvo que era “preciso nacionalizar la explotación minera”. En su Memoria de 1919 señaló: “En muchos documentos parlamentarios se ve ya la observación de que, cuando las minas o, en general, las industrias de exportación son explotadas en provecho de empresas extranjeras, muy poca ventaja obtiene el país de su prosperidad y abundancia… La cuestión se resume en este programa, sencillo en su enunciación, aunque de vastísimos alcances: ¡nacionalizar la explotación minera!”.

Esas opiniones fueron criticadas por la oligarquía minería que al ver amenazados sus objetivos coloniales de extraer sin límite el estaño, desató una política de desprestigio del mandatario. Esa campaña hizo crecer al Partido Republicano de Daniel Salamanca y Bautista Saavedra con el objetivo de desplazar a Gutiérrez Guerra del gobierno y, en esa forma, hacer desaparecer el peligro de la nacionalización.