Retrocesos del Estado

Susan Strange había advertido, hace 25 años, que los Estados estaban encogiéndose, cediendo sus atribuciones a lo que ella llamaba las transnacionales que se adueñaron de la globalización.

Los Estados estaban incluso abandonando sus obligaciones de controlar las fronteras y sólo se dedican a ser agentes de promoción de los bienes y servicios que se producen en sus países.

Aquí se está dando esto, aunque de manera grosera y con transnacionales que no son aquellas a las que aludía Strange, sino otras, más poderosas todavía y que avanzan sobre los Estados para aniquilarlos.

En el mismo1988, la Ley 1.008 incluyó una rendición del Estado boliviano cuando definió a los cocales ilegales del Chapare como “excedentarios”, un eufemismo para no llamarlos ilegales. Debían, dice esa ley, ser eliminados en pocos años. Cómo no, mono.

Desde entonces, los cocaleros del Chapare le torcieron el brazo al Estado y ahora, encaramados en el poder político en nombre de una revolución campesina y originaria, se proponen cambiar aquella ley, declararla inútil, obsoleta y descartarla. Son un ejército de ocupación triunfante.

En este mes de octubre, el Estado boliviano tuvo otras derrotas. Las peores fueron infringidas a la Aduana, que debió reconocer su incapacidad de controlar la frontera con Chile, entre Pisiga y Tambo Quemado. Luego, los alcaldes de los valles de Santa Cruz, todos del partido de gobierno, le prohibieron a la Aduana confiscar los autos ilegales que allí circulan libremente con autorización de ellos. Con la cola entre las piernas, la Aduana se replegó de la zona anunciando que tratará de impedir el ingreso de los autos en la frontera, es decir en la frontera que no puede controlar.

Otro retroceso, de estos días, fue el que admitió el Ministro de Gobierno cuando dijo que la zona de San Matías, frontera con Brasil, no se puede controlar porque está dominada por grupos de narcotraficantes procedentes de ese país vecino.

Es ésa la transnacional más fuerte, la que ha avanzado en toda la región, la que controla ciudades en Argentina y miles de favelas en Brasil, la que financió este festín de corrupción que se llamó “socialismo del Siglo XXI”.

Y la que ha creado un sistema financiero paralelo que, en esta región, rivaliza con los bancos centrales, los bancos privados y el propio FMI.

Pero que, según las estadísticas oficiales, no existe.

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