[Raúl Pino-Ichazo]

Ayudarse a vivir con las virtudes


Virtud proviene etimológicamente de cardo, que es quicio, significando que toda nuestra vida gira alrededor de las virtudes como la puerta alrededor de su quicio, para ilustrar adecuadamente la importancia de las virtudes. Las virtudes son cardinales o fundamentales por constituir el supuesto o elemento necesario para toda otra virtud; también tienen ese elevado rango porque apuntan a lo más importante y difícil en el ámbito moral y, las demás son virtudes, son accesorias por su subordinación. Cuatro son las virtudes fundamentales: la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza.

Observe el lector que la justicia, menospreciada constantemente por quienes deben precisamente impartir justicia, en cuanto a virtud, consiste en la firme disposición de la voluntad a reconocer a cada cual el derecho que le corresponde. Simplemente cumpliendo esta contundente disposición el mundo sería mejor, pues nadie irrumpiría en el ámbito de los derechos del otro, estructurándose automáticamente con este comportamiento de la sociedad un sentimiento inderogable o inmodificable de solidaridad, que evita las confrontaciones y los contenciosos judiciales.

Virtudes afines son la Religión, que es la voluntad de tener un culto, la Reverencia y la Obediencia como la voluntad de honrar y testimoniar honor a los superiores y prestarles obediencia en las cosas legítimas; significativa importancia ostenta esta última parte: en las cosas legítimas, y finalmente la Gratitud como la voluntad de reconocer los favores y corresponderlos con el bien.

La Prudencia que capacita al entendimiento para reflexionar sobre los medios y caminos al fin último, es decir juzgar y establecer el actuar y obrar racional y aplicarlo o prescribirlo en cada caso particular; es decir, en cada vivencia o evento con el prójimo. Este concepto precitado debe ser distinguido o separado cuidadosamente de la prudencia en los negocios, que puede actuar de manera inmoral, es decir cuando se es prudente para embaucar o engañar.

Afines a la prudencia son la Reflexión como disposición de la inteligencia y la habilidad para resolver con claridad y seguridad las cosas o dificultades particulares.

La Fortaleza o Valentía consiste en la disposición para, conforme a la razón, es decir, a los bienes más elevados, arrostrar, que es poner a rostro de alguien, hacer frente a un peligro, practicar la resiliencia que el superar los males y situaciones difíciles y no recular ni ante la muerte, que sería el Heroísmo.

La fortaleza vence al miedo que se arredra ante el mal inminente y refrena la audacia que desafía el riesgo y la muerte saliéndoles al encuentro; reprime la tristeza y prefiere la virtud a la vida sensitiva y corporal. Virtudes auxiliares de la fortaleza son la Paciencia, o constancia de soportar en la mejor forma las adversidades; la generosidad, o sea, la energía y decisión en el ataque de valor, especialmente con peligro de muerte.

Afines a la fortaleza son la Confianza, justa en sí mismo ante los riesgos que se acercan; la Munificencia, que es la prontitud para sacrificar los bienes que se posee en aras de fines nobles o buenos; la Tenacidad, o firmeza frente a las dificultades exteriores, y la Constancia, o sea mantenerse firme ante las resistencias interiores. Reflexionando sobre lo escrito se concluye que, con cuidado e inteligibilidad se dispone de todo un mecanismo interior, maravilloso para ayudarse en toda contingencia en la vida, absolutamente imprescindible, pues vivir en sí, en su conformación existencial, es difícil.

La Templanza perfecciona la potencia en nuestros apetitos sensibles conteniendo el deseo del placer sensitivo dentro de los límites de la razón, pues el placer sensible no es reprochable, a entender de este columnista, sino que sirve para estimular al hombre en acciones necesarias para la conservación de la especie, empero sin excesos y contrario al fin.

Son especies de la templanza, la Moderación en el comer; la sobriedad en la bebida, que requiere un ejercicio, pues la bebida no debe dominarnos sino nosotros dominar a la bebida; y la castidad, que debe complementarse con la templanza, porque la castidad absoluta seria antinatural debido a la fuerza de los instintos. Como virtudes auxiliares se cita el Decoro y el Honor, siendo finalmente accesorias a la templanza la Negación o el Dominio de sí mismo, en todas las vicisitudes de la vida, sobre las más violentas excitaciones que pueden transformarnos en agresores y hasta homicidas, destruyendo nuestra vidas irremisiblemente; así como la Humildad, es decir la tendencia a distinguirse o vanidad a la que siempre estamos expuestos de no mediar este pensamiento interno de la humildad; la Mansedumbre o voluntad de refrenar la ira, causante de tragedias; la Clemencia o la indulgencia al castigar, sea en la vida interior como en la justicia, y la Modestia que controla el continente exterior.

Un análisis profundo e intelectivo de las virtudes fundamentales, las accesorias y las afines, nos ayudarán eficazmente a conducirnos mejor y ayudarnos en nuestras imperfecciones.

El autor es abogado, posgrado en Arbitraje y Conciliación, docente universitario, escritor.

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Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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