[Armando Mariaca]

Bolivia, un país que usó su libertad de expresión


Uno de los mayores males que se puede ocasionar a los pueblos es privarlos de sus libertades y, dentro de ellas, coartar, directa o indirectamente, su libertad de expresión; es decir, la manifestación libre y espontánea de lo que siente, piensa y cree. El pueblo de Bolivia, mediante cabildos o reuniones o concentraciones efectuadas el día martes 21 de febrero en las capitales de departamento y en diversos sitios, usó su libertad de expresión.

Innegablemente, hay que convenir en que las manifestaciones, las marchas, los mitins, cabildos, etc. son el uso de la libre expresión, del derecho que tiene el ser humano para manifestar su pensamiento, sus creencias y todo aquello que nace de su conciencia, de sus principios, anhelos y deseos pero con libertad, sin cohersiones de ninguna clase y menos por obligación o por temor y miedo a represalias.

El gobierno del MAS logró concentrar también a quienes cree que son sus adeptos; se denuncia que lo hizo utilizando también a los empleados públicos que fueron prevenidos en sentido de que tenían que asistir a las manifestaciones “en contra de la mentira” como él llama al referendum del 21 de febrero de 2016, una votación espontánea y libre del pueblo boliviano que mostró sus sentimientos y criterios en relación con la modificación del artículo 168 de la Constitución Política del Estado para que el binomio actual en la Presidencia y Vicepresidencia pueda ser repostulado nuevamente el año 2019. Ese pueblo, consciente de sus sentimientos, criterios y conocimientos de la realidad del país votó por un “NO” contundente.

Lograr el apoyo o respaldo por la fuerza, por la amenaza, por el soborno o por no perder el empleo es atentatorio contra la libertad, contra los derechos humanos y contra la conciencia de quienes, en su fuero interno, saben perfectamente qué es lo que conviene o no al país, personas que tienen dignidad y honor; una parte del pueblo que también está convencida de los desaciertos y mala gestión de quienes prometieron servir y aplicar políticas de cambio para evitar la repetición de errores y faltas cometidas en el pasado. Los convocados y asistentes a la marcha del MAS, viéndose obligados a asistir a la manifestación, mostraron su presencia pero fueron ausentes en sus creencias y principios, en sus criterios e ideas, en sus aspiraciones y esperanzas. Que hubo muchos conscientes de su apoyo al régimen y su partido, es evidente, pero la mayoría estuvo en los lugares que se les asignó porque primaba en ellos el miedo y la seguridad de que al no cumplir acarreaban en su contra represalias o multas previamente anunciadas.

El “NO” fue nuevamente contundente y ello ha sido muestra, una vez más, del uso de la libertad de expresión de quienes sin mostrarse en los medios, han hecho público, sin presión alguna, el fondo de sus conciencias y el sentimiento de sus corazones. Nadie puede negar lo ocurrido en todo el país en que la mayoría se volcó a los sitios de reunión o calles adyacentes; todos, al unísono, mostraron también que la unidad entre todos es posible siempre que haya razones fundamentales para hacerlo.

También han asistido los políticos y sus adherentes y lo han hecho en uso de sus derechos que nadie puede negarles porque el pertenecer a un grupo político-partidista no les quita el derecho de ser bolivianos, de pensar o sentir igual que una mayoría que no siempre está inscrita en esos partidos pero que puede ser partícipe o simpatizante de sus ideales y propósitos.

El gobierno del MAS seguramente esperaba una reacción favorable a él debido a la propaganda y publicidad que desplegó bajo el rótulo -falso y contrario a todo principio de respeto y consideración- de que el referendum de 2016 fue “efecto de la mentira”; una “mentira” que, en todo caso, también fue reconocida por el Presidente y su partido, una votación que no se calificó como “mentira”, término que se decidió utilizar para buscar justificativos a un desconocimiento ajeno a la verdad o, tal vez, una muestra de que se adoptaría medidas basadas en mentiras para endilgar defectos a quienes votaron por el “NO”.

El gobierno tiene que convencerse de que el pueblo está unido en los objetivos de expresarse, defender su libertad y buscar y exigir el imperio de la justicia y la democracia; ese pueblo que padece injusticia y hechos contrarios a lo que nunca debió perder el país y que es su libertad y su derecho a exigir que se gobierne con apego a la Constitución y las leyes, con vocación de servicio y con honradez y responsabilidad; un pueblo que ha sabido salir de grandes y graves dificultades por estar convencido de que nadie, por poder que tenga, puede imponer arbitrariamente su voluntad, para prorrogarse indefinidamente en el poder de la República.

Bolivia, pues, con inclusión de quienes no pudieron asistir a las concentraciones de libre expresión y que sienten igualmente la necesidad de que se respete su voluntad opuesta a cambios constitucionales en beneficio e intereses de un partido, ha mostrado, una vez más, que no se postra ante nadie y que soporta estoicamente todas las dificultades hasta que la justicia y las ansias y esperanzas de libertad se impongan.

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