[Manfredo Kempff]

Un borrador de 40 años


Hurgando entre mis papeles viejos, anteayer me encontré con un borrador amarillento de hace más de 40 años, que escribí cuando cumplía con mis funciones de Primer Secretario en la embajada de Bolivia en Asunción, entre los años 1972 y 1975, gobierno de facto del general Hugo Banzer, y cuando en la capital paraguaya abundaban los exilados políticos bolivianos, entre otros, muchos amigos míos de la Falange Socialista Boliviana (FSB), como era Carlos Valverde Barbery, por ejemplo.

Pero este manuscrito (está hecho en máquina de escribir por supuesto) me ha traído muchos recuerdos por los sorprendentes personajes que figuran, que son realmente de novela. Desde luego que dignos de una novela eran hombres como el embajador, coronel Andrés Selich Chop, con quien viajé a Asunción desde el inicio de su breve misión diplomática. Y eran personajes don Ives Antelo, ilustre e inteligente cruceño muy amigo de mi familia como yo de sus hijos, y Heberto Castedo Lladó, otro cruceño chiquitano, prominente miembro de FSB, y el beniano Gustavo “Sapo” Melgar, falangista también, quien ya no entra en mi narración porque llegó a Paraguay después del asesinato del coronel Selich en La Paz. Todos han fallecido hace tiempo.

He quedado en la disyuntiva de hacer una novela basada en el texto hallado, que está escrito con nombres supuestos, o convertirlo en un relato histórico de primera mano, poniéndole a cada quien su nombre, o por último publicarlo como está, sin tocar nada, con la advertencia de que es algo absolutamente original, sin agregados posteriores. Lo único malo de la última opción es que los diálogos están mal hechos, porque en aquellos tiempos yo sólo escribía notas e informes, pero no novelas. Creo que finalmente, en cualquiera de sus formas, se trata de algo que tiene interés porque cuenta situaciones insólitas, pero que ahora son, además, históricas.

El personaje central es, por supuesto, el por entonces afamado coronel Andrés Selich, comandante del Regimiento Rangers de Montero durante el golpe producido en Santa Cruz el 19 de agosto de 1971, que llevó al poder al entonces también coronel Hugo Banzer Suárez, y de quien dos o tres días después se convirtió en su Ministro de Gobierno. Esto en plena represión contra el ELN y contra los seguidores del depuesto general Juan José Torres. La intervención del Rangers fue decisiva en Santa Cruz y en el éxito de la insurrección en toda la República. Aunque aquella noche del 19 de agosto, cuando Selich entró a la ciudad con sus tropas, ésta ya había sido tomada por Valverde y varios arrojados falangistas.

Selich, con su característica boina de “ranger” que le daba un aire de Montgomery, apareció como el jefe más temido por la izquierda, no tanto por lo que hizo a su ingreso a la plaza cruceña, que repetimos ya había sido tomada por Carlos Valverde y sus hombres, sino porque su regimiento cobró fama de implacable, de duro, reputación que había obtenido en los combates que dieron fin con la guerrilla del “Che”, cuatro años antes. El coronel Selich había estado en Vallegrande cuando las acciones de armas, aunque no tengo constancia -jamás lo mencionó él- de que hubiera estado en la línea de fuego como los capitanes Prado o Salinas, aunque lucía en su muñeca el Rolex que había pertenecido a Guevara.

El asunto es que Andrés Selich llegó por vía aérea con sus “rangers” hasta La Paz, cuando todavía existían algunos núcleos de resistencia al golpe, en especial en la Universidad, y fue designado Ministro de Gobierno. Es decir que fuera del Presidente y del comandante del Ejército, era el personaje más poderoso en el país, ya que manejaba el control interno en esos momentos de zozobra y represión. No obstante, apenas estabilizado el gobierno de Banzer, hubo una subterránea ruptura dentro del gobierno cívico-militar porque Banzer y Selich no se entendieron. Ambos tenían personalidades muy distintas. Por lo tanto, no habían transcurrido más de cuatro meses, cuando el Presidente lo destituyó y lo nombró embajador en Paraguay. Naturalmente que ese desenlace ofendió a Selich.

Ahí entro yo, como Primer Secretario a mis 27 años y ya con seis de servicio diplomático, designado por el canciller Dr. Mario R. Gutiérrez, para acompañar a un embajador con fama de temible. El escaso personal de la embajada en Asunción, con excepción del ministro Consejero Ives Antelo y de mi persona, fue elegido por el embajador. Era natural que el coronel Selich requiriera de gente de extrema confianza porque se trataba de un hombre expuesto a cualquier venganza. El Paraguay de Stroessner resultaba lugar muy seguro por entonces, eso hasta que un disparo de bazuca, muchos años después, pulverizó el automóvil en que se desplazaba el ex dictador Somoza en pleno centro de Asunción. Pero se trata de otra historia.

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