Urgencia de impulsar procesos industriales

Muchas veces se ha extrañado en el país que seamos dependientes solamente de nuestras exportaciones de minerales y gas; que muchos de los productos alimenticios que tiene el país no son industrializados, que nuestras importaciones son una especie de freno para el desarrollo, lo que nos hace más dependientes. Se ha extrañado que no se invierta con miras a industrializar lo que producimos y que siempre estamos pendientes solamente de lo que nos proveen los mercados foráneos. A propósito, el Banco Mundial observó que “Bolivia tiene una extraña dependencia con el exterior por medio de la minería y de los hidrocarburos, en tanto que descuida el desarrollo de su sector agrícola, pese a tener campos extensos para el efecto, aparte de que ellos se caracterizan por sus distintos climas. Sin embargo, dado el hecho de que la agricultura y la ganadería son los alimentos esenciales de la población, lo que hace falta es impulsar sus procesos industriales con lo que no solo estaría satisfaciendo sus necesidades internas, sino habilitándose para exportarlos”.

El Banco Mundial pone como ejemplo al Brasil y Argentina, de los que buena parte de su economía es debida a los procesos industriales que han dado a su producción. Lo cierto es que con la planificación debida, podríamos impulsar la industria de alimentos, la producción minera que requiere valor agregado; explotar e industrializar el litio; empezar en algún momento los trabajos en el Mutún para la extracción de hierro que, luego de ser industrializado, sea fuente segura de divisas; pero para todo ello es preciso crear condiciones que garanticen esos procesos.

En los últimos diez años, dado el auge económico-financiero que tuvo el país, podía haberse atraído inversionistas que dediquen capitales, tecnología y valores humanos a una industrialización del país y lamentablemente se ha perdido muchas oportunidades por las políticas casi siempre contrarias al capital y se han acentuado las posibilidades de estatizaciones y nacionalizaciones con el prurito de que “el país debe ser dueño de su destino a través de explotar sus propios recursos”, política que tampoco ha surtido efecto porque lo menos que se hizo fue aprovechar los capitales existentes para iniciar procesos de industrialización o, por lo menos, incentivar la producción agrícola.

El hecho de habérsenos convertido en importador por excelencia, hasta de alimentos que producíamos, ha significado que el país ingrese en una especie de marasmo y hasta resignación a no valerse por sí mismo y ser cada día más dependientes. Por supuesto, el sector privado que podía iniciar emprendimientos en pos de impulsar la industrialización se abstuvo de hacerlo, por los temores creados y la ausencia de garantías con leyes que no solamente estén en papel de disposiciones legales, sino en las políticas prácticas del gobierno.