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Indiferencia política


 

El país ya está en vísperas de tener dos procesos electorales, en enero para elegir a los binomios partidarios y en octubre se tendrán que efectuar las elecciones generales para gobernar por un período de cinco años, recordando que anteriormente era de cuatro años.

Resulta curioso que se hubiera dado un año más de gestión a los futuros gobiernos, cuando claramente se advierte creciente indiferencia política en la ciudadanía nacional. Esto se pone en evidencia desde el momento en que ni siquiera se tiene partidos políticos en actividad permanente. Es cierto que hay siglas, pero no pasan de ser tales, pues carecen de militancias activas.

En buenas cuentas, desde hace algunos años se advierte que solo a la sigla partidaria gobernante se la menciona, pero ha dejado de tener partidarios activos. Solamente hay grupos afines para tener la posibilidad de ocupar funciones públicas.

Cuando las siglas fungen de ser gobernantes, cuando realizan alguna manifestación, todo lo que hacen es movilizar a los empleados públicos que, en la intimidad de sus seres, no se sienten comprometidos políticamente con quienes fungen de gobernantes.

Este fenómeno es notable en la actualidad de Bolivia, pues mayormente no se conoce lo que acontece al respecto en otros países. En el pasado, entre los bolivianos había un impresionante partidismo político, tanto cuando su alineación política ejercía el mandado de la nación, como sus organizaciones se encontraban en la oposición.

En buenas cuentas, entonces, en Bolivia había notable apasionamiento por la política y en los partidos políticos. Al presente, nada de ello se advierte. Lo único que se pone de manifiesto es que cuando un partido se encuentra en el ejercicio del poder, tiene una cierta militancia, pero esencialmente por el interés de acceder a algún empleo fiscal, pero no por razones partidarias, menos doctrinarias.

Esta realidad puede que tenga dos motivaciones principales. Que la ciudadanía es indiferente y hasta inclusive contraria a la política. La otra, que mucha gente en el pasado, cuando era integrante de alguna alineación partidista, quedó desilusionada con sus dirigentes y si el partido lograba asumir el Gobierno, la militancia pugnaba por ocupar los mejores puestos, lo que derivaba en controversias y resentimientos.

Alguna de tales circunstancias enojosas dio lugar a que se produzcan frustraciones y desencantos con los partidos. Como ello se tornó repetitivo, muchas de las personas que tenían interés en la política y en militar en un partido con el que se identificaban ideológicamente, dejaron de hacerlo por no incurrir en un equívoco o error.

La gente joven tendrá que tomar interés en integrar partidos y hacerlo con todas las exigencias y propiedades del caso, de manera que esas organizaciones se constituyan en expresiones representativas de la voluntad y los anhelos públicos. Pues, todos los países requieren tener partidos, a menos que con el tiempo, a la luz de las circunstancias actuales, las condiciones deseables no sean satisfactorias y, entonces, se prefiera toda prescindencia política.

 
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