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Caso de Micaela

Explotación laboral para comprar ropa


Micaela, nombre ficticio, es una menor que trabaja más de 10 a 12 horas al interior de un restaurant de comida porcina, donde la propietaria prometió a los padres de ella que sería cuidada, recibiría sueldo y todo tipo de atenciones, si los padres permitían que ella trabajara cama adentro en el domicilio de Francisca H.I.

A más de cinco meses de haber trabajado y estando casi a punto de perder el año escolar, Micaela y su madre Arminda nunca vieron ningún sueldo y menos la posibilidad de recibir atención médica, cuando ellas se enfermó de bronconeumonía, como consecuencia a estar constantemente lavando la carne de los chanchos, una vez que estos eran degollados.

Una fiebre de más de 40º fue lo que le permitió salir de esa casa y ser dejada en las puertas del domicilio de su madre por parte de su patrona con el reclamo de “tu hija es muy enferma, otra vez está con fiebre, no me sirve muy débil, es cuando crezca más grande tráeme, porque no puedo estar gastando en médico y comida, sino trabaja”.

Es Arminda quien tuvo que correr con los gastos no sólo de la curación de su hija, sino de un proceso por explotación laboral, agresiones y tentativa de abuso sexual por parte del esposo de Francisca, pero al ser un proceso judicial burocrático y costoso, sólo espera que en las instancias de la Felcc puedan colaborarla, por lo menos con mantener el proceso de oficio por parte de un fiscal comprometido con la denuncia por ser este un problema social permanente.

Arminda si bien llora el padecimiento que enfrentó su hija en los meses que trabajo como esclava, ella reconoce su error de haber permitido que eso ocurriera, cuando ella aceptó que su comadre, tenga a cargo a su hija, la cual fue devuelta como si fuera un estorbo después de cinco meses de trabajo forzado, sin sueldo, sin horario.

Mientras Micaela trata de recuperar el tiempo perdido tratando de no perder el año escolar, ella se mantiene en silencio y cohibida, al estar presente en una repartición policial, sintiendo un remordimiento de culpa, sin darse cuenta que ella fue la víctima de una abuso laboral por la que atraviesan más de cien menores en esta urbe, en diferentes actividades como la comercial, donde ellos venden todo tipo de golosinas y cigarrillos al interior de bares, cantinas y lenocinios del sector urbano, enfrentando todo tipo de riesgos a su seguridad, mientras instancias municipales, departamental y nacional continúan ausentes a esta realidad.

 
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