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[Ramiro H. Loza]

Más sobre la mentira


En un artículo anterior comentábamos sobre los efectos de la “mentira” en el caso Zapata que, según el Gobierno, indujeron al voto mayoritariamente contrario a una nueva reelección presidencial. Ahora me refiero a las mentiras como sistema de sostenimiento del Gobierno, con la mira de engatusar a propios y extraños. Ensalzan con mentiras los “logros” de su administración, denostando contra los gobiernos de derecha y “neoliberales” precedentes. Alguien decía que es un error fatal creer que la mentira se disimula bajo el exceso o la exageración. Es lícito criticar errores y malas actuaciones del pasado, pero el oficialismo llevado de su pasión adjudica a ese tiempo hechos inexistentes y lindantes en extremos increíbles. Suponen a la población en un estado de ingenuidad tal, que asimile sin más cuanto dicen. Permaneciendo 14 años de poder, ahora hay jóvenes que sólo vivieron bajo el mismo régimen, pero no son invidentes mentales y juzgan cuanto tienen ante sus ojos.

Desde la cúpula máxima de la “Casa del Pueblo”, pasando por todo el cortejo jerárquico del régimen, usan el mismo correlato e idéntica consigna sintetizados en la mentira. En misiones oficiales o en intervenciones y declaraciones de eventos internacionales, sin sombra de escrúpulo patriótico, denigran y desprestigian al país afirmando que antes de su Gobierno, Bolivia era un país mendigo y limosnero (sic), afirmación lindante en lo inverosímil cuando proviene de sus principales gobernantes.

Los medios son su palestra favorita, mientras la saturación propagandística audiovisual secunda muchas falsedades. Los invitados del Gobierno lucen también este prurito en programas radiofónicos de amplia audiencia. Paradójicamente tienen a flor de labio decir “nuestra querida Bolivia”, olvidando que militaban muy cerca de quienes tenían o tienen aún el objetivo perverso de terminar, liquidar a Bolivia, para sustituirla con el renacimiento del Kollasuyu. Es que ahora empalagados de poder dicen “amar” a esta Nación. Toda esta retórica tiene indudablemente su audiencia y su público. Son los que han sido martillados a tiempo completo por las consignas “revolucionarias” y de “avanzada” hasta cegarlos de todo raciocinio y horizonte clarificador. Para ellos la monserga conocida sabe a mieles en el mundo enclaustrado al que la prédica política dogmática los ha desterrado durante muchos años.

A lo pernicioso de la mentira que involucra lo acontecido en el pasado y al presente, añaden su salsa de fomento a la división clasista y pareciera que inducen al enfrentamiento entre clases sociales. De modo que el discurso de sus exponentes tiene más de agitación política que discurso de mandatarios, cuyo deber es gobernar y administrar para todos sin inmiscuirse sectariamente y menos asumir el papel de agentes partidistas como ocurre. Para el futuro este antecedente será funesto. Por supuesto, la actual campaña electoral es el campo privilegiado para la mentira, más aun disponiendo de todo el aparato estatal. Por persistentes que sean las falsedades, terminan derrotadas por la verdad. La mentira sistemática es el camino más descarriado y contraproducente en todo tipo de relaciones humanas. El engaño mental, al que nos hemos referido, tiene su mejor aliado en la deficiente y encasillada formación desde la escuela hasta la Universidad.

loza_hernan1939@hotmail.com

 
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