Entre pequeñas historias, fábulas y cuentos...

El niño que venció a un gigante



Hace muchísimo tiempo un niño pastor andaba por los bosques buscando sus ovejas que se habían perdido, y se encontró de repente frente a un castillo donde vivía un gigante, un verdadero ogro.

–He comido tus ovejas–gritó el gigante,–y mi próxima comida será tu , le sentenció desde el castillo. Mira la fuerza que tengo,–y agarrando una piedra enorme la hizo polvo entre sus descomunales dedos.

–¿Pero, podría usted hacer salir agua de una piedra, apretándola?–preguntó el niño.–Mire, soy más fuerte que usted,–y apretándo un pedazo de queso le hizo salir la leche que contenía.

El gigante quedó asombrado y pidó al pastorcillo le ayudara a juntar leña. Así como iban caminando y trabajando, se toparon con un gran roble; el gigante lo dobló sin mayor trabajo y pidió al niño que lo tuviera así hasta que él lo cortara; pero cuando trató de hacerlo el árbol se enderezó llevando al niño por los aires.

–Es una cosa que divierte hacer–replicó el niño.–¿Podría usted saltar tan alto?

Pero el gigante no dio importancia al pedido del pastor y cuando hubo arrancado el árbol, el pequeño le dijo:

–El lado de las raíces es el más pesado; yo lo llevaré. Tome usted el de las ramas.

Cuando el gigante puso el árbol en equilibrio sobre su hombro, el pillo saltó y se escondió entre las raíces. El gigante tras mucho esfuerzo llegó por fin con su carga al patio de su palacio, donde dejó caer el árbol, mientras el niño, sin ser visto, saltaba a tierra y fingía haber dejado en ese instante el tronco del árbol.

–Supongo que no debe estar muy cansado;–dijo– yo estoy tan fresco como antes de traerlo.

–Si yo no mato esta noche a este atrevido, mañana acabaré sometido por este muchacho–se dijo el gigante.

Pero el niño era demasiado astuto para dejarse sorprender. Esa noche, antes de dormir llenó de agua su almohada y la colocó en la cama, y él se escondió detrás de un mueble. A medianoche llegó el gigante y dio un golpe de maza a la almohada; toda el agua le salpicó la cara y se fue pensando; Ya está, de un sólo golpe perdió toda su sangre.

Al día siguiente el pilluelo bajó alegremente las escaleras de su dormitorio y le dijo al gigante que le había parecido sentir que a medianoche un pulga le había picado mientras dormía. El gigante lo miró con asombro y cuando le sirvieron el almuerzo quedó aún más sorprendido de ver la cantidad de sopa que tomaba el niño, y cómo engordaba por segundos.

–¿Cómo haces para poder comer tanto?–le preguntó.

–¡Oh!, es my sencillo. Cuando ya no me entre más comida me abro el vientre y vuelvo a comer.

El pícaro había atado la almohada a su cuello y echaba allí la sopa en vez de meterla en la boca. Cortó la almohada con un cuchillo y la sopa comenzó a salir.

–¡Oh, qué buena idea!–exclamó el gigante, y tomando su enorme cuchillo se cortó con él el vientre, cayendo muerto en medio de terrible dolores.

De este modo el pequeño pilluelo venció al gigante y se hizo dueño del suntuoso palacio y de todo lo que él tenía.

 
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