Fronteras abiertas a la criminalidad



La mayor parte de nuestras extensas fronteras está desguarnecida; su abandono es ancestral porque los pocos sitios en los que hay contingentes de las FFAA cuentan con pocos soldados al mando de un oficial de baja graduación. Tales espacios fácilmente pueden ser rebasados por quienes quisieran invadir nuestro territorio con fines por los que ya sufrimos en el pasado o, simplemente, ser asiento de personas pertenecientes a otros países.

Muchas veces se ha sostenido la urgencia de que las Fuerzas Armadas, en lugar de permanecer en las ciudades o en sitios densamente poblados, lugares en los que nadie las necesita, organicen núcleos poblacionales en las fronteras con miras a levantar pueblos y ciudades provistos de la infraestructura necesaria. Se ha sostenido que habría dinero para labor tan encomiable y, si llegase el caso, utilizar los presupuestos que tiene el Ministerio de Defensa y la misma entidad armada, para cumplir objetivos tan importantes.

En la década de los años 70 han sido creados algunos núcleos en el sur del país; se informó que “funcionaban conforme a los proyectos originales”; sin embargo fueron abandonados ante las primeras dificultades, sin explicación alguna. Esas obras estaban planificadas para, en principio, construir un cuartel que, luego, sería complementado con obras civiles como oficinas de registro civil, iglesias, escuelas y colegios además de hospitales. Por otra parte serían creados espacios habitacionales y distribución de tierras para quienes deseen asentarse en ellas. A este conjunto de proyectos contribuiría la misma población que se asiente y haga “fronteras vivas de esos territorios”.

En días pasados, como muchas veces en años anteriores, se han producido hechos como los de San Matías, que han significado la muerte de tres ciudadanos a manos de criminales que buscaban apropiarse de bienes ajenos y seguramente sentar sus reales en una población normalmente desguarnecida o debilitada y totalmente a disposición de quienes quieran hacerse de propiedades rurales en la región y desde ahí tender las redes de delitos que se expandirían por sitios fronterizos cercanos.

Hay principios elementales de supervivencia, prudencia y previsión para que el Gobierno adopte las mejores medidas tendentes a evitar asentamientos del crimen en sitios fronterizos con población abandonada, la que tan sólo impelida por las necesidades que causa la pobreza, se ve obligada a explotar tierras y crearse condiciones de vida que le permita sobrellevar sus urgencias y necesidades. Lo grave es que, además de no contar con la infraestructura necesaria, esos pueblos viven expuestos a no tener lo más necesario como son hospitales, colegios, mercados de abastecimiento, puestos policiales y sitios de prevención contra el crimen y peligros que deben afrontar.

Los núcleos poblacionales que sean creados podrían interconectarse con otros que se funden y, de este modo, formar cadenas que permitan un desarrollo armónico en el país con la posibilidad de que, cincuenta kilómetros dentro de las fronteras, puedan ocupar tierras que hoy están expuestas al arbitrio de quienes, desde países vecinos, pueden hacerlo.

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