[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Filosofía del anti-modernismo


Una vez apagadas las luces del marxismo, en las décadas recientes emergió con pretensión convincente una nueva filosofía de la historia, la del anti-modernismo o lo que se conoce más como posmodernismo. El creador de esta nueva corriente de pensamiento es el intelectual italiano Antonio Negri.

Entre los políticos, académicos e historiadores bolivianos no hubo el conocimiento o la comprensión suficiente acerca de esta nueva propuesta ideológica. Frente a esta especie de oscurantismo, el distinguido periodista y escritor Fernando Molina presentó en la Feria del Libro de La Paz su última obra: “La trayectoria teórica de Antonio Negri. De Marx al radicalismo posmoderno”, editada por la Fundación Pazos Kanki.

Molina no pretende ser el impulsor o patrocinador del ideario de Negri. Se advierte que su propósito, como demostró con muchos otros calificados escritos suyos, es divulgar entre los bolivianos algo que, en materia de teoría política, pasa desapercibido.

El trabajo que ofrece ahora es valioso e ilustrativo sobre el intento de renovar el pensamiento contemporáneo. El punto de partida, como no podía ser otro, es Karl Marx, autor de El Capital.

El antecedente que expone Molina es que dentro del marxismo se dio un debate largo y febril en el Siglo XX. La mayoría de los pensadores que eran adictos al marxismo trató de reparar la plomería teórica de El Capital, “que hacia aguas por todas partes”, enfatiza. A la vista del fracaso del marxismo, Negri, quien también en sus inicios postuló esta causa, deja atrás la economía política de su inspirador, pero no su filosofía de la historia; la conserva, pero planteándola sobre otras bases.

Propugna un “modelo” capaz de subsumir las distintas formas concretas de la contradicción en una sola polaridad, abstracta y abarcadora: la oposición entre “poder constituyente”, es decir, la potencia creativa del cambio, que emerge con el voto depositado en las urnas, y el “poder constituido” o sea el orden establecido en cada periodo, esto es el gobierno que en libertad emerge de las consultas electorales.

Al margen de las múltiples explicaciones teóricas y filosóficas del libro, así como de los análisis y aportes oportunos que brinda Molina, lo que cabe aquí es dar los saltos necesarios para ilustrar más sobre los alcances de la obra.

En ese afán, lo destacable es explicar el tránsito de la pugna hacia el capital, que fue la razón de ser del marxismo, y dirigirla esta vez contra el modernismo, o sea lo que se rotula también como el posmodernismo actual.

La corriente doctrinaria de Negri rechaza a la sociedad moderna y sus atributos, por su “frío” racionalismo, el predominio del “pensamiento de cálculo”, el capitalismo, el consumismo y el despilfarro.

De otra parte, en coincidencia con otros autores, Negri sostiene que “el legado de la modernidad es (será) un legado de guerras fratricidas, de “desarrollo” devastador, una civilización cruel y una violencia (¿social?) nunca antes imaginada.

Al mismo tiempo, marca la diferencia que tiene con los filósofos “trágicos” de Europa, de Schopenhauer a Heidegger, quienes transformaron estas destrucciones reales en narrativas metafísicas sobre la negatividad del ser. Esto lo induce a rechazar “la metafísica de la negatividad”, asume que es imposible hacer política con el pesimismo.

Otro aspecto remarcable, porque tiene que ver con lo que sucede en Bolivia, es que en su libro “Imperio”, escrito con Michael Hardt, Negri impugna al nacionalismo y recupera el internacionalismo marxista. “Así se mueven -anota Molina- a contrapelo de la izquierda actual, que por lo general lucha contra el capitalismo global desde el Estado nacional (es nacionalista), o desde la identidad y la cultura locales (es indianista y ecologista)”.

Respecto a la posición localista, los autores del libro dicen que “es falsa y además perjudicial”, aunque admiran y respetan el espíritu de algunos de sus defensores.

El libro de Molina, pese a ser de sólo 80 páginas, es un manantial copioso en ideas filosóficas y políticas. Induce a ponernos al día con otra faceta imperdible de la cultura de la época. A salir del “encuevamiento”, de la postración mental.

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