“...Merecen todo nuestro respeto”

Víctor Hugo Rodríguez Tórrez

El 29 de septiembre de 1932, en la desigual Batalla de Boquerón, el soldado boliviano esculpió su mayor página de heroísmo y denuedo. El presidente del Paraguay, Eusebio Ayala, tras la eponimia había dicho: “Los oficiales y soldados bolivianos que se batieron en Boquerón y que hoy son nuestros prisioneros, provocan un sentimiento admirativo. Se comportaron con tal bravura y coraje, que merecen todo nuestro respeto”. (Más tarde aquel mandatario fue relevado de su cargo, entre otros motivos internos de dicho país, “por no haber ganado suficientemente la guerra”).

A 80 años de aquella bizarra defensa nacional, nada mejor que recurrir a las memorias del militar y férreo combatiente, Mayor Alberto Taborga T., quien con el asentimiento y valoración por parte del Coronel Manuel Marzana Oroza, su heroico comandante, divulgó en 1955 su Diario de Campaña “Boquerón”, describiendo día a día las espeluznantes vicisitudes que aquellos 619 bolivianos arrostraron desde agosto de 1932 ante los 15.000 paraguayos adecuadamente armados, equipados y quienes con la ventaja del ambiente natural se movieron como peces en el agua.

El mayor Taborga, una vez retomado el Fortín Boquerón por los guaraníes, describe crudamente cómo los bolivianos sobrevivientes hechos prisioneros fueron conducidos a los campos de concentración y canteras de Tacumbú, Emboscada, Cañabe, Cambio Grande y Peña Hermosa en Asunción. Lo que debió ser escarnio público en las calles, ante las desgarradoras escenas que exhibían las “piltrafas humanas bolis”, se tornó en sobrecogimiento de incredulidad por la proeza de los “vencedores morales”, según numerosas manifestaciones de aquel gentío en la capital paraguaya.

Vale la pena reescribir lo que inserta el mayor Alberto Taborga el 10 de octubre de 1932 en su mencionado Diario de Campaña, tomado en aquella fecha del incisivo análisis y revelador balance editorial del periódico asunceno “El Origen”.

“Boquerón estaba guarnecido por fracciones de la IV División Boliviana, bajo el Comando del Teniente Coronel Manuel Marzana Oroza, con un total de 619 hombres, una pieza de artillería 7.5 Schnieder (1911), 8 ametralladoras pesadas Wilkers, 15 livianas Madsen.

Nuestro Primer Cuerpo de Ejército, a las órdenes del Coronel Félix Estigarribia, contó con un total de 15.000 hombres, de los cuales 2.500 pertenecían a la caballería, sin nombrar los efectivos del Servicio Auxiliar de Retaguardia. Quiere decir que los bolivianos han luchado en una proporción de uno contra veinte. Nuestros armamentos han estado sujetos a este detalle: 24 cañones 105 y 7.5, 15 morteros Brant; 250 ametralladoras entre pesadas y livianas.

Estigarribia si bien consiguió en definitiva una victoria, ésta en lo moral pertenece a los bolivianos. El Alto Comando Paraguayo ha incurrido en faltas imperdonables; una victoria más como la de Boquerón y habremos emulado las victorias de Pirro.

El procedimiento para la batalla se ha ceñido sobre hipótesis absurdas que motivaron el empleo de la totalidad de nuestro Ejército contra una insignificante “cobertura” del enemigo. Boquerón puede caracterizarse como una batalla mal prevista, improvisada y sin dirección.

Nuestras pérdidas alcanzaron cifras muy elevadas. Aún los organismos responsables no han hecho el cálculo oficial, pero, en base de apreciaciones de testigos insospechables, ellas pueden fijarse en 2.800 muertos y 5.500 heridos.

Innumerables combates de día y de noche, bajo el terrible sol del Chaco o a la luz de la luna, llenaron de despojos sangrientos los cañadones y bosques en el Fortín disputado.

La entrada victoriosa de nuestros soldados al recinto del histórico Boquerón fue empañada por la vista de la espantosa tragedia que envolvía a sus valientes defensores. Diez oficiales y doscientos cincuenta soldados, en último extremo de miseria física, desfilaron silenciosos, hacia Isla Poí, en todas partes armamento destruido, equipo, cadáveres y escombros. En un galpón oscuro, cubiertos de harapos, mugre, sangre, estiércol y gusanos, se revolcaban, más de cien moribundos sin curación, sin vendas y sin agua. En la pobre medida que le permitían sus propias circunstancias, el Ejército Paraguayo socorrió la miseria doliente de su adversario vencido.

Hay que reconocerlo: los bolivianos en la grandiosa Batalla de Boquerón, demostraron su heroicidad sin límites. Fueron unos enemigos magníficos y valientes. Paz para sus muertos y Gloria para los soldados de Estigarribia”.

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