El cine en proyección:

La recreación de ‘Yo, Frankenstein’



EL ADÁN DE FRANKENSTEIN

Como su tocayo, Adam, el monstruo de Frankenstein fue el primero de su especie, pero él sigue solo hasta el día de hoy, sin compañía, sin nadie con quien compartir sus experiencias no del todo humanas en el mundo.

El director Beattie sabía que su versión de la criatura de Frankenstein requeriría de un actor tan habilidoso con las emociones complejas como con las escenas de acción y suspenso. Los realizadores encontraron esa combinación única en Aaron Eckhart, conocido por un amplio abanico de papeles en películas de drama y de acción, papeles que tienen una cosa en común: una notable intensidad.

Eckhart también tenía la imponente presencia física que hacía falta para interpretar a una criatura cuya apariencia tenía que ser impresionante y misteriosa. Según Wright, “con la incorporación de Aaron en el proyecto, se cristalizó la idea de lo que personaje sería para nosotros. Aaron tiene un rostro fantástico. Aunque se le pongan cicatrices en la cara y se lo maquille de manera grotesca, un actor tiene que ser apuesto, y al mismo tiempo los espectadores, hombres y mujeres, tienen que identificarse con él. Aaron tiene todas esas cualidades”.

En cuanto aceptó el papel, Eckhart empezó a explorar el mundo interior de Adam y su eterno anhelo de saber cómo sería tener un alma humana. El actor vio al personaje como alguien que busca desesperadamente una identidad y una razón para su existencia. “Es un hombre que se busca a sí mismo. Creo que muchas personas pueden identificarse con eso”, señala Eckhart.

Eckhart se inspiró mucho en la descripción que originalmente hizo Mary Shelley de la criatura de Frankenstein. Nacida de un experimento científico absolutamente heterodoxo, la criatura de Shelley enseguida es repudiada y perseguida, aunque lo único que quiere es amabilidad y compañía. En la interpretación de Eckhart, la criatura no ha encontrado paz ni siquiera doscientos años después de su nacimiento

“Históricamente, el monstruo de Frankenstein fue considerado un personaje despiadado, feroz”, señala Eckhart. “Sin embargo, en esta película y en el Frankenstein de Mary Shelley, es una criatura que no sólo tiene cicatrices en su exterior, sino también en su interior, y eso es importante. Pero también se ve que su padre no lo quería, que tuvo que arreglárselas solo en un mundo peligroso. Lo único que buscaba era algún tipo de amor”.

Con el peligro constante que enfrenta Adam, Eckhart tuvo que hacer un entrenamiento intensivo durante varios meses para interpretar el papel. “Entre otras cosas, aprendí un arte marcial que se llama Kali”, explica. “Es una técnica de lucha muy compleja e intricada que usa mi personaje”.

Beattie quedó impresionado con la habilidad de Eckhart para encarnar todos los aspectos de Adam, incluso su destreza física. “Es una gran alegría tener un intérprete que pueda hacer las escenas de acción cuando uno las filma”, bromea el director. “Para mí, eso es parte de la atracción de la película: uno va a ver a Aaron Eckhart haciendo escenas de acción y peleando y, por dios, ¡qué bien las hace! Es maravilloso”.

Grevioux coincide en que Eckhart encajaba con su visión moderna de la criatura de Frankenstein. “La destreza de Aaron para interpretar este personaje es totalmente increíble. Es un hombre apuesto que se transforma en un monstruo con más seriedad que en cualquiera de las otras versiones de Frankenstein que he visto”, resume Grevioux.

DEMONIOS, GÁRGOLAS Y UN CIENTÍFICO HUMANO

La naturaleza poco común de Adam llamó la atención de dos antiguas razas que están en conflicto hace mucho tiempo: las gárgolas benévolas y los demonios infernales que viven en los márgenes del mundo visible. Desde que Victor Frankenstein reanimó a los muertos hace 200 años, su criatura ha sido la obsesión del príncipe Naberius, el líder de los demonios que ha estado intentando encontrar durante siglos una manera de forjar formas humanas sin alma que puedan ser poseídas fácilmente. Si fuese posible crear vida a partir de cadáveres humanos –como el Dr. Frankenstein insistió en que se podía-, esa sería la respuesta a la búsqueda de Naberius de dominar el mundo.

 
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