El drama de los asegurados de la CNS

Walter Medrano Córdova

Como una de las conquistas de la revolución nacional de 1952, hace 58 años se puso en vigencia el Código de Seguridad Social, creado bajo los principios de universalidad, solidaridad, oportunidad y unidad de gestión, cuyo Decreto Reglamentario incluyó la protección de la salud del capital humano, su subsistencia, rehabilitación y mejoramiento de las condiciones de vida del grupo familiar. En cumplimiento de esta legislación en 1956 se implementó la Caja Nacional de Salud (CNS) como patrimonio social de los trabajadores, creándose a nivel nacional Policlínicos y hospitales, entre los cuales por su importancia se encuentra el Hospital Obrero No. 1, construido e implementado para la atención de la salud de los trabajadores y sus familias, que en esa época llegaban a algo más de cien mil asegurados.

Lamentablemente, la CNS después de más de medio siglo de funcionamiento ha quedado estancada en el pasado, no se ha desarrollado en sus aspectos técnicos administrativos y de servicios, cuando la realidad ha cambiado ostensiblemente debido al crecimiento de la población asegurada, que ahora sobrepasa los tres millones de asegurados. Como consecuencia de este rezago institucional, se ha producido un verdadero drama para los asegurados, tanto del sector activo como del sector pasivo y sus familias.

Cuando un asegurado acude en consulta a un Policlínico, debe esperar su turno junto a decenas de pacientes, por el número de ellos, los médicos los atienden en el menor tiempo posible, recetándoles medicamentos denominados genéricos, que son de uso múltiple. La situación del paciente se complica aún más, cuando se le transfiere a un segundo nivel de especialidades, centro en el cual, por la cantidad de pacientes, es programada su cita médica en el curso de varias semanas. Llegado el día de su consulta de especialidad y ante requerimiento del médico de exámenes como radiografía, tomografía, laboratorio, ecografía y otros, el paciente está sometido a un peregrinaje que dura varios meses, hasta que finalmente el paciente concluye con su cita médica de especialidad para saber el estado de su salud.

Cuando la salud del paciente reviste gravedad, el médico de especialidad deriva el caso al Hospital Obrero de tercer nivel, allí la situación del paciente se complica aún más porque debe sufrir un nuevo calvario, tanto o más que los anteriores. Hasta entonces habrán transcurrido varios meses, poniéndose en grave riesgo la salud de los asegurados.

Para colmo de males, cuando se reclama por la dudosa y baja calidad de los medicamentos, las autoridades superiores de la CNS responden que por ley deben adquirir los medicamentos de menor precio, lamentablemente le pusieron bajo precio a la salud y la vida de los asegurados, cuando debiera ser todo lo contrario, porque los costos tanto de los servicios de salud, como de los medicamentos, son cubiertos con los aportes de los trabajadores activos, así como de los pasivos (jubilados), quienes cotizan de por vida los recursos suficientes para una óptima atención de su salud. Aquí debemos señalar que en conformidad con el Art. 41 de la Constitución Política del Estado, está garantizado el derecho a acceder a medicamentos sin restricción alguna y conforme a estándares de calidad y primera generación.

Es de público conocimiento que en la CNS existe una escasa e inadecuada infraestructura y equipamiento, una pésima administración de recursos económicos, insuficientes y mal distribuidos recursos humanos, así como una sugestiva cualificación de los mismos. Todas estas falencias inducen a muchos asegurados, recurrir a clínicas privadas en las que deben invertir los escasos recursos con que cuentan, privándose de cubrir otras necesidades vitales como la alimentación.

Lamentablemente la representación laboral ante la CNS incumple su rol de control social, constituyéndose en parte de esa pesada burocracia institucional, ha descuidado su obligación de exigir un mejor servicio y, en su caso, plantear soluciones de fondo a la crítica situación institucional que atraviesa.

Todos estos extremos están afectando gravemente la institucionalidad de la CNS, poniendo en riesgo la salud de los asegurados, pareciera que los niveles jerárquicos de la CNS, incluyendo la representación laboral, están en una franca y deliberada destrucción de esta institución; resulta inocultable la existencia de oscuros intereses sobre su reorganización administrativa y funcionamiento. Frente a todas estas adversidades, los asegurados se sienten abandonados y desprotegidos, prolongando el drama de su existencia.

Han transcurrido ya cerca de dos años desde que se puso en vigencia el Decreto Supremo No. 1.403 del “Plan de Reestructuración”, es tiempo ya de ver resultados; esperamos que en labor conjunta de trabajadores, jubilados y autoridades se proceda con una verdadera y total reestructuración de la Caja Nacional de Salud en sus aspectos de recursos humanos, equipamiento, infraestructura hospitalaria y una reorganización administrativa, corrigiendo todos los males y desaciertos del pasado, sin injerencias de ninguna naturaleza.

El autor es abogado.

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