[Manfredo Kempff]

El dudoso efecto de la wiphala


Ahora que se celebra el Día de la Bandera hay que admitir que entre los muchos absurdos que tiene la Constitución del año 2009, está el de haber instituido, con bombos y platillos, la wiphala como uno de los símbolos nacionales, junto a nuestra tricolor, el escudo de armas, el himno y la escarapela. La kantuta y el patujú, se agregaron folclóricamente, porque, como buenos buhoneros que somos, no podían estar ausentes.

Lo de la flor del patujú fue una forma sibilina de equilibrar el avasallamiento andino que significaba el uso obligatorio de la wiphala y la menos rigurosa mención de la kantuta, lo que dejaba al oriente boliviano sin otros símbolos que no fueran los de siempre. Habría sido mejor. Los constituyentes buscaron un equilibrio regional, así fuera forzado, sacando de la galera la flor del patujú, aunque es bueno afirmar que los orientales, menos patrioteros, no lo hemos tomado muy en serio.

Desde la promulgación de la Carta Magna del 2009, se trató de imponer por la fuerza a la wiphala. Era una exigencia demagógica de la nueva política indigenista que se está tratando de establecer a rajatabla en el país. Si la Constitución lo decía había que cumplir. No obstante, hay muchas cosas que dice la Constitución y que no cumple nadie. En el caso de los símbolos por ejemplo, en el país importa la bandera nacional y luego las banderas departamentales. Naturalmente que el himno nacional y el escudo de armas. De ahí para delante todo es pura chafalonía.

Para ser más claros, la wiphala, en la práctica, no es un símbolo nacional, sino indígena andino. Como la flor del patujú podría ser indígena camba. Pero la wiphala tiene un pecado de nacimiento y es que está identificada con el Movimiento Al Socialismo (MAS). La wiphala es mucho más importante en el MAS que los colores azul y negro de su banderola política. Y afirmamos que es un pecado original porque por donde se ve wiphalas se ve masistas y donde no hay masistas, no hay wiphalas.

Flamea la wiphala en el frontis del Palacio de Gobierno, claro. También en el Congreso y nos imaginamos que en la Cancillería y en otros ministerios. Los sufridos empleados públicos llevan sus banderitas con la wiphala en los desfiles cívicos porque están resguardando su pega, no porque la amen. Llevan la wiphala de papel algunos alumnos de colegios fiscales, porque también los maestros defienden su fuente de trabajo, no por otra cosa. Pero la wiphala sigue siendo ajena, sigue siendo algo extraño y forzado.

Los militares y los policías deben ser de las pocas instituciones que más respetan la wiphala. Eso sucede porque la wiphala la tienen impresa o bordada en sus uniformes junto a los colores nacionales. Sobre todo a los militares quieren imponerles la wiphala a como dé lugar. No hemos estado en el Colegio Militar desde hace mucho tiempo, ni tampoco en guarniciones, y no sabemos si la wiphala ondea en esos recintos junto a la bandera tricolor y a su misma altura. Sucede que militares y policías están permanentemente visitados por S.E. y temen desairarlo. Finalmente, si ya han aceptado en cada saludo lo de “patria o muerte…venceremos” y lo de “hermano presidente” voz en cuello, qué más da que flamee la wiphala. Además, los militares sobre todo, están haciendo un culto del respeto a la Constitución y las leyes que puede dejar pasmado a cualquier otro ejército. Los militares en Bolivia son de extremos: u obedecen a pie juntillas la institucionalidad o la borran del mapa durante años.

Pero, ¿qué representa la wiphala? ¿A quién? ¿Qué es en el fondo? Hemos visto algo parecido a la wiphala en la sala del trono del Alcázar de Segovia, mejor dicho banderas de los tercios del emperador Carlos V, de los soldados españoles que combatieron en Flandes y otras partes, bastante desteñidas por el tiempo. No mantienen esas wiphalas los vivos colores de las agrupaciones de homosexuales, lesbianas y transexuales que observamos hoy con tanta frecuencia.

De ahí que muchos piensan que la wiphala no es herencia de nuestros originarios pre-colombinos sino de sus conquistadores hispanos. Pese a lo que dicen algunos amautas, la wiphala ni siquiera parece ser posterior a la simbología que le ha dado el llamado Orgullo Gay. No habíamos visto, hasta comienzos de siglo, flamear una sola wiphala en Bolivia. Dice Wikipedia que la wiphala es la descomposición de los colores del arco iris que para los aymaras y quechuas significaría la “expresión del pensamiento filosófico andino”, la “expresión dialéctica del Pacha-kama y de la Pacha-mama”.

Sea como sea esto de la wiphala resulta totalmente forzado, un asunto de dudoso efecto, difícilmente sustentable, admitido con escrúpulos muy serios por algunos de los constituyentes del 2009. Es algo que no representa el ser nacional, aunque sí, recientemente, a algunos pueblos originarios del occidente de Bolivia y sobre todo es el emblema del MAS, un partido político adorador de mitos. A la wiphala, por eso, no le aguarda larga vida.

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