I
Oscar Espinosa García
La política tiene como fin lograr el bienestar de los habitantes de un país, pero cuando se usa para conquistar, controlar y usufructuar del gobierno del país, se convierte en un factor negativo para conseguir ese fin. El predominio de la política en la vida de Bolivia ha sido nefasta. Después del gobierno del mariscal Andrés de Santa Cruz, Bolivia estuvo gobernada por caudillos que se ocupaban solamente de gozar de las prebendas del poder y de no perderlas. No se ocuparon de construir el país. Por causa de ello, la invasión chilena a nuestro departamento del Litoral nos tomó sin los medios para poder defenderlo. Aparte de que no se ocuparon de sentar soberanía sobre ese territorio para que los bolivianos puedan poblarlo y explotar sus recursos.
Es un hecho que la política como un instrumento para tomar el poder y usufructuarlo, ha dominado nuestra historia. Estar en el “árbol” del poder ha sido el objetivo de los políticos bolivianos, por supuesto con excepciones y bastantes. Por ello, en 189 años de existencia no hemos podido construir instituciones. Todos los esfuerzos de desarrollo se han diluido porque no han seguido un mismo empuje. Salvo unos pocos gobiernos que han adoptado estrategias consistentes, los gobiernos han tenido pésimas estrategias para encarar el desarrollo del país, producto de que éstas se acomodaban más a favorecer sus intereses que los del país.
En octubre de 2003 se derrocó al gobierno constitucional por un movimiento político, cuyo objetivo era tomar el poder. No en todo, pero tuvo las características de los muchos golpes de estado que se generaron en el país, como debilitar al Gobierno constituido, creando un clima de desprestigio y anarquía y obligándolo a reprimir hasta conseguir la muerte de personas. No fue un movimiento de alcance nacional, estaba localizado en la ciudad de El Alto.
Después de dos gobiernos interinos, vinieron dos periodos del presidente Evo Morales y su partido el Movimiento Al Socialismo, el segundo que terminará en enero de 2015. Durante estos casi nueve años, la política se ha sobrepuesto a la gestión de gobierno. Hemos tenido a un presidente de viaje casi todos los días, promocionando a su persona y a su gobierno. Eso significó que aunque su salario sea bajo, sus gastos corrientes sean muy altos. Para los viajes largos el Presidente dispone de un avión lujoso y exclusivo.
Para exaltar su personalidad se ha creado un nuevo Estado, con una nueva Constitución, que ha resultado en un Gobierno que domina los tres poderes del estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial y al Órgano Electoral. El primer periodo fue de miel, pero el segundo fue de hiel, lleno de conflictos que resolver y escándalos que soportar. Es verdad que fue no tanto para el Presidente, como para sus colaboradores. Los escándalos que ha tenido el Gobierno hubieran derribado a cualquier gobierno de un país bien constituido y aún a los gobiernos que le antecedieron desde la instauración de la democracia.
La gestión gubernamental fue eminentemente política, dirigida más al fortalecimiento y promoción del Gobierno, que al desarrollo y bienestar del país. Las decisiones sobre inversiones fueron tomadas desde el punto de vista político y no desde el punto de vista de la contribución que tendrían que hacer al crecimiento de la economía. La Ley Safco y el Sistema Nacional de Inversiones fueron tirados a la basura. Prescindiendo de ellos, se ha hecho enormes inversiones que a todas luces no son rentables y tendrán poco impacto en el crecimiento de la economía, como son el satélite, los aeropuertos, las dobles vías, la planta de urea de Bulo Bulo y los teleféricos. Estos últimos fueron construidos para ganar votos en La Paz, quizá logre su objetivo, pero la realidad es que los paceños usan la línea roja los sábados y domingos para dar un paseo (hasta que pase la novedad) y para ir a la feria de la Av. 16 de Julio, y de lunes a viernes esta línea está vacía, porque los alteños siguen usando los servicios de transporte público que van por la autopista.
El autor es ingeniero civil y docente de la UMSA.
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