El pueblo boliviano se desayunó la pasada semana con una dramática realidad: que las elecciones del 12 de octubre fueron un chasco increíble, reconocido en primer lugar por la opinión pública y por el mismo candidato ganador del evento, el presidente del Estado Plurinacional, Evo Morales, jefe del MAS, el vicepresidente Álvaro Linera, la Iglesia y voceros de partidos políticos de todos los colores.
Con ejemplar disciplina y sentido patriótico el pueblo asistió a depositar su voto en las mesas electorales, tal vez como nunca lo había hecho. Cumplió esa obligación para señalar el camino que debía seguir el país. Después de detenida reflexión hizo conocer su decisión, inclusive dejando de lado denuncias en sentido de que se estaba preparando una elección con pocas garantías, con el Órgano Electoral de mínima eficiencia, con fallas administrativas y con visible parcialidad en sus funcionamiento, etc. Así mismo, el pueblo tomó en cuenta diversas amenazas, como la política del chicote en el campo, derroche de recursos públicos a favor de la fórmula oficialista, presiones sobre los partidos opositores con objeto de que se enfrenten unos con otros, etc.
Sin embargo, pese a esas consideraciones y proceder con la más amplia sinceridad, la ciudadanía votante quedó defraudada y se encontró con que el plebiscito del domingo fue poco menos que una parodia, pues a partir del Jefe del partido en el gobierno, Evo Morales Aima, el suceso electoral fue catalogado con términos contundentes, ya que el candidato oficialista llegó a expresar sin ambages que “las elecciones dejaron mucho que desear”, conceptos que por su origen significan que todo el proceso electoral quedó viciado de seriedad y aun de credibilidad.
El principal exponente del Estado no se limitó a esa calificación, sino que criticó al Tribunal Supremo Electoral, al afirmar que “después de un poco investigar, por qué es tan poco (el cómputo); lamentablemente hay un hermano orureño que está haciendo mucho daño” y, al mismo tiempo, expresó que lamentaba que en una zona del Chapare, donde tiene absoluto control político, la votación ciudadana no fue total en su favor y lamentaba que los opositores hubiesen obtenido apreciable cantidad de votos.
El vicepresidente Álvaro García también lamentó que se registraran deficiencias en el Tribunal Supremo Electoral, protesta a la que se sumó la Iglesia que puso en duda la idoneidad del Tribunal, en especial en el recuento de votos, así como las contradictorias declaraciones de los responsables de ese organismo.
A las relevantes críticas y descalificaciones que hicieron el presidente Evo Morales, el vicepresidente García Linera y la Iglesia, se sumaron casi todos los medios de comunicación que se identificaron con las denuncias, en particular la pronunciada por el primer mandatario que sostuvo: “Hay problemas en el TSE, pero como institución debiera salvar su responsabilidad”, apreciación que determinó que voceros de algunos tolderíos políticos pidiesen a voz en cuello la renuncia de todos los funcionarios del TSE y medidas aún más extremas.
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