[Alberto Zuazo]

Segunda semana de Adviento


El catolicismo está en la segunda semana de Adviento, que significa tiempo de “venida”, de “advenimiento”, o sea de la presencia de Jesús en la Tierra, el hijo único de Dios. Esta espera tendría que caracterizarse por la paz en los espíritus, la tranquilidad y comprensión en los hogares y por la deposición de los conflictos públicos.

Se trata de un acontecimiento que está durando más de dos milenios y que la Iglesia Católica confía en que sea hasta la eternidad. Este es, pues, un Nuevo Año Litúrgico o sea el tiempo de preparar los corazones “para recibir y vivir, con gozo la venida de Jesús”.

De igual manera, plantea que se continúe practicando las obras del Año del Jubileo, que el Papa Francisco identificó a 2015 como Año de la Misericordia.

Aquella que no se traduce en pedir nada, sino dar todo lo que tiene y se siente como seres humanos racionales.

Para los cristianos de Roma, la venida del Señor (la “Parusia”) era inminente y había que prepararse, porque entendían que hace un contraste entre la luz y la sombras, entre el día y la noche.

Respecto a esta última, consideraban que en la noche se realizan obras de maldad y que éstas deben ser vencidas para dar paso a las obras de la luz, es decir a las obras del día, que el apóstol Pablo resumía en estos términos: “Revístanse del Señor Jesucristo”, identificando éstos como los de la paz y el amor.

En el Evangelio, tomado del llamado “discurso escatológico” (mensaje sobre los últimos tiempos), Jesús exhorta a estar despiertos, mantenerse en vela, estar preparados para la venida del Hijo del Hombre.

Acerca de ello, el Evangelio realiza dos comparaciones muy simples: Una, de la historia del Antiguo Testamento: en tiempos de Noé, acerca de los cuales la Iglesia anota que “muchos no supieron estar atentos a los signos de los tiempos y perecieron. Y, otra, de la vida cotidiana: del dueño de casa que no puede dormir despreocupado porque no conoce la hora en que el ladrón (el error) va venir.

Con estas palabras, conceptuadas como Parábolas, se señala cuál debe ser la actitud del discípulo (del ciudadano de estos días). La de asumir su responsabilidad de creyentes, preparando los caminos del retorno del Señor, y poder decir con gozo: anunciamos tu reino, ven, Señor Jesús”.

De las explicaciones anteriores se deduce, entonces, que “Adviento es un redescubrir la centralidad de Cristo en la historia… es decir que es un tiempo privilegiado”, porque introduce a los creyentes en el catolicismo, que es la segunda fuerza numérica en el mundo, después de la fe musulmana, “a un período de expectación, de preparación cristiana, de oración, de reflexión, caracterizado por la espera vigilante; esto es, tiempo de esperanza y de vigilia, de arrepentimiento, de perdón y de alegría para la celebración del nacimiento de Jesús que viene a nosotros”.

Nos encontramos, en consecuencia, a tres domingos para celebrar la Navidad, que es cuando se produce el Nacimiento de Jesús. Este año no se tendrá feriado por este acontecimiento de la fe católica, porque caerá en un domingo.

A propósito, el papa Francisco ha formulado una exhortación, que en lo central expresa:

“El tiempo de Adviento nos restituye el horizonte de la esperanza, una esperanza que no desilusiona porque está fundada sobre la palabra de Dios. ¡Una esperanza que no desilusiona simplemente porque el Señor nunca desilusiona! Él es fiel, Él nunca desilusiona. Pensemos y sintamos esta belleza.

El modelo de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar por el camino es la Virgen María. Una simple joven de pueblo, que lleva en su corazón toda la esperanza de Dios. En su vientre, la esperanza de Dios ha tomado carne, se ha hecho hombre, se ha hecho historia: Jesucristo. Su Magníficat es el cántico del pueblo de Dios en camino, y de todos los hombres y mujeres que esperan en Dios, en la potencia de su misericordia”.

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