La veleidosa emperatriz Josefina

Napoleón sentía por Josefina, una marcada debilidad, estaba bastante enamorado y de ahí que usara todos los medios posibles para complacer los caprichos de su amada esposa.


Josefina, la primera esposa y la bienamada de Napoleón, llevó una vida social suntuosa y muy agitada.
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Más por conveniencia que por amor, María Francisca Josefina Rosa, conocida como Josefina, contrajo matrimonio con Napoleón Bonaparte y llegó a ser un personaje importante: la emperatriz de los franceses y la esposa del más glorioso de los militares de la época. Nacida en la Martinica (Antillas Menores) el 23 de junio de 1763, donde permaneció hasta un buen tiempo, luego se trasladó a París donde en 1779, contrajo primeras nupcias con el vizconde Alejandro de Beauharnais, pero su esposo falleció bajo la guillotina durante la época del terror que siguió a la Revolución Francesa.

Al principio frívola y astuta, pronto se repuso de su dolor y empezó a brillar en los lujosos salones de París. Gracias a sus conexiones sociales conoció a Napoleón con quien contrae matrimonio en 1796. Josefina tenía 32 años y era seis años mayor que el general de Córcega. Días después de la boda, Napoleón marchó a la conquista de Italia, mientras tanto Josefina se dedicaba a la agitada vida social, ajeno a estos ajetreos, desde el frente de batalla, Napoleón, muy enamorado, enviaba muchas cartas intensamente románticas a su nueva esposa.

En la suntuosa mansión de la Malmaison, cerca de París, los días se deslizaban desesperadamente monótonos, contrastadas con las bulliciosas veladas nocturnas ofrecidas por la veleidosa Josefina.

Innumerables servidores, damas de honor, damas de compañía, damas para anunciar, caballeros de honor, palafreneros, chambelanes, húsares, oficiales de servicio, pajes, mucamas, guardias de honor y otra infinidad de personal de servicio cumplían rigurosamente sus quehaceres en la mansión. A fin de animar este rutinario cuadro, demasiado solemne contrario a su temperamento, a Josefina se le ocurrió introducir en el palacio toda una colección de perros y aves raras, de plumajes sorprendentes; cacatúas, loros y papagayos que saludaban desde los balcones. Se incluyeron palomas de las Molucas, cuyo canto imita el redoble del tambor; aves que Napoleón quería mucho. Los jardines se llenaron de cigüeñas y ga-celas. Después llegaron canarios, cuervos y lechuzas, monos y una fo-

ca. Josefina pagaba precios elevadísimos por cada uno de estos ejemplares.

Entre su colección no faltaron los enanitos y un chino pequeñito, encontraba gran placer en jugar con uno de apenas 80 cm de estatura a quien vestía de Húsar.

Pese a su matrimonio, Josefina —menos enamorada de Napoleón que lo que estaba él de ella— continuó con una vida holgada aprovechando las constantes ausencias de Napoleón durante la campaña de Italia. Para verse siempre deslumbrante y lujosamente ataviada hacía los gastos más onerosos para mantener su extraordinario vestuario y costear sus deslumbrantes recepciones. No obstante los costos de la guerra, el ma-riscal Duroc, hombre de confianza de Josefina, era su intermediario ante Napoleón cuando ella afligida lloraba por las astronómicas deudas asumidas y los altercados a causa de estas que sostenía con el emperador.

Josefina vivió en la gloria gracias a Napoleón que había escalado a la cumbre del poder político de Francia. En París no había fiesta o baile importante al que no fueran invitados, los personajes más encumbrados de su tiempo les rendían homenaje. Cuando se venía la coronación de Napoleón como emperador, la célebre pareja tomó matrimonio en una ceremonia privaba realizada en la Capilla Real de las Tullerías, el 1 de diciembre de 1804 y, al día siguiente, ambos recibieron la corona imperial de manos del Papa Pío VII, en una fastuosa ceremonia. Josefina era la emperatriz de Francia. Napoleón seguía cosechando victoria tras victoria y en los jardines de la Malmaison seguían introduciendo esta vez plantas exóticas venidas de los lugares más lejanos del mundo. Por indicación de la emperatriz se introdujeron en Francia, por primera vez, el eucalipto, el catalpa, la camelia, dalias, mirtos, geranios, mimosas y cactos. Ciento ochenta y cuatro especies nuevas de flores adornaban en 1804 los jardines de la mansión.

Otro de los grandes placeres fue el lujo de los trajes. Durante los seis años de su reinado, Josefina gastos en vestidos cifras astronómicas de dinero, sin mencionar alhajas, perfumes y otros costoso adornos, además que to-dos los vestidos de ceremonia los pagaba aparte el emperador, En un solo año compró veintitrés grandes encajes para vestidos, 20 chales de cachemira, 73 corsés, 48 piezas de géneros, 71 pares de medias de seda, 780 pares de guantes y 520 pares de zapatos que provenían de la casa del famoso Coppe.

En 1809, Josefina tenía en su guardarropa 676 vestidos nuevos, 202 vestidos de verano, de percal o muselina, 252 sombreros diferentes, de to-das las formas y colores. No obstante a estas extravagancias, dos veces por año Josefina las repartía su ropa entre sus amigas y gente necesitada. Ante este derroche de dinero el emperador era el que fruncía el entrecejo hasta a llegar a discutir con su mujer en repetidas ocasiones a causa de las deudas. Como siempre las lágrimas y las súplicas de Josefina terminaban siempre por convencer a su amado.

Sin embargo, esta vida llena de ostentaciones y fiestas deslumbrantes llegarían a su final. Napoleón descubrió que no podría tener heredero con Josefina y esta fue la principal causa para que ambos llegaran al divorcio que se produjo el 10 de enero de 1810 y el 2 de abril de ese mismo año, Napoleón contrajo nuevas nupcias con María Luisa. A partir de entonces, Josefina, la que en otra hora era aclamada y adorada llevó una callada existencia en el palacio de los Malmaison, dedicada al cuidado de sus jardines, en especial de los rosales. Pese al divorcio, se mantuvo en permanente relación con Napoleón mediante cartas y siguió amándolo hasta su muerte, ocurrida el 29 de mayo de 1814, Napoleón supo de la muerte de Josefina mientras estaba desterrado en la isla de Elba.

Carlos Valdivia

 
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