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España convulsionada

Hernán Maldonado

Extremistas catalanes acusan al gobierno de Mariano Rajoy de actuar como el dictador Francisco Franco contra aquellos políticos que el 27 de septiembre declararon la “independencia” de Cataluña desmembrándola del estado español.

Obviamente ninguno de ellos tuvo el cuidado de revisar la historia española de hace casi 9 décadas, cuando la próspera región vivió momentos análogos. En 1931 Lluis Companys proclamó la república en Barcelona y en octubre de 1934, tras denunciar al gobierno de Madrid de “monarquizante” y “fascista”, proclamó el “Estado Catalán”.

Companys sucumbió a las presiones de los anarquistas, comunistas, independentistas, etc. Fue a parar a la cárcel, pero salió libre gracias a una amnistía en vísperas de desatarse la atroz guerra civil. Al final del conflicto se escapó a Francia y desde allí trató de reverdecer su cargo de “president de la Generalitat”. No tuvo éxito y los nazis, aliados de Franco, lo capturaron y lo repatriaron a España. El 14 de octubre de 1940 fue juzgado sumariamente y fusilado al día siguiente.

El 1 de octubre de 2017, el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, tras ceder a presiones de los extremistas y de zurditos de todos los colores (incluyendo las simpatías de los moraditos de Podemos, de Pablo Iglesias, el Hugo Chávez español), también proclamó la independencia, aunque solapadamente.

Rajoy, con precisión quirúrgica y apoyado por los partidos mayoritarios del PP, PSOE y Ciudadanos, le instó a que dijera si realmente proclamó la independencia. Puigdemont se fue por peteneras. Antes de que los plazos se cumplieran para aplicar el artículo 155 constitucional, Rajoy le dio una última oportunidad para que fuera el propio Puigdemont quien convocara a comicios regionales. También se negó.

El Estado de Derecho, que funciona plenamente en España, puso en marcha sus mecanismos de defensa para preservar la unidad del país. Rajoy aplicó con firmeza el Art. 155, y lo refrendaron por mayoría absoluta el senado y el Tribunal Constitucional. Puigdemont y sus apandillados quizás creyeron que se saldrían con la suya, pero en abrir y cerrar de ojos el estado español intervino disolviendo los poderes políticos de Cataluña, llamando a elecciones el 21 de diciembre y asumiendo el control de la policial regional.

Puigdemont se escapó a Bélgica con cuatro de sus asesores, mientras al menos 8 de sus allegados más cercanos, incluyendo el extremista vicepresidente Oriol Junqueras, fueron a parar a la cárcel, a la espera de un proceso por rebelión, sedición y malversación de fondos públicos.

Los “independendistas” en sus más grandes actos de calle alcanzaron a sumar a medio millón de personas. La mayoría silenciosa, mostró su desacuerdo con ellos y el pasado fin de semana triplicó ese número en las calles de Barcelona, ratificando su inmenso deseo de seguir siendo parte de España.

Pero el mejor “referendo” ocurrió el 12 de Octubre, Día Nacional, cuando millones de españoles salieron a las calles de todo el país envueltos en banderas nacionales al grito de ¡España-Unidad! En un imponente desfile militar en el Paseo de la Castellana, la Guardia Civil, fue aclamada en Madrid, como si se tratara de restaurar su honorabilidad, a solo pocos días de que decenas de sus hombres fueron vilipendiados por los extremistas en Barcelona.

El autoexilio de Puigdemont y la detención de sus confabulados es probable que desate protestas y haya violencia, pero el gobierno demuestra tener las cartas de triunfo. Los independentistas se quedaron solos, hasta el régimen de Evo Morales que en principio mostró simpatías por los secesionistas, ahora da su respaldo a Rajoy.

Puigdemont y sus aventureros le han hecho un daño inconmensurable a Cataluña. Ya son casi 2.000 empresas, bancos e industrias que anunciaron su salida hacia otras regiones (Los independentistas prometieron que nadie se iría). Los turistas no van a una región convulsionada. España en 10 meses recibió a 600 millones de visitantes, dice el diario El País.

Lo peor está por venir, porque muchos de los productos y frutos que produce Cataluña podrían dejar de venderse en el resto de España. Rajoy vislumbra el problema y desde ahora recomienda no prestarse a un boicot que solo traería hambre y desesperanza a Cataluña “gracias” a unas decenas de irresponsables aventureros encabezados por Puigdemont. Amanecerá y veremos.

El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.

 
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