René Cristhian Rojas Durán
La disciplina es parte de la educación, y la educación en la infancia determina el carácter del adulto. En ese sentido, la disciplina no es un mero capricho de los padres o maestros, y sí un componente inherente del proceso educativo. Además, se verá reflejado en la vida joven y adulta.
En segundo lugar, la disciplina prepara al niño para que pueda convivir mejor con otras personas. O sea, el niño debe ser disciplinado porque eso facilita la convivencia social.
La disciplina es importante porque ayuda al niño a enfrentar los problemas que trae la vida. Un niño disciplinado está siendo preparado para una seria e inexorable realidad que enfrentará a lo largo de su existencia: la vida le impondrá disciplina severa y si el niño aprende eso en la infancia, no tendrá dificultades para vivir una vida adulta responsable.
Cuando hablamos de disciplina, la primera palabra que nos viene a la cabeza es NO. El empleo del “no” también debe tener límites, ya que el abuso de ésta, puede transformar su verdadero sentido. Lo mejor, al principio, es utilizarla solo cuando exista alguna situación de riesgo para el niño. El primer límite se impone en cualquier situación que comprometa la seguridad y salud de los pequeños:
- La disciplina a los niños y los límites deben entrar en escena en el primer año de vida del niño, cuando el pequeño empieza a caminar y a explorar todo en su entorno, con más autonomía.
- Los niños aprenden muy rápidamente a respetar los límites. Hay una serie de señales no verbales e importantes que complementan al “no”: el tono, la firmeza y la gravedad de la voz, la mirada fija, la cara seria o una actitud más firme. Son claves en la aplicación de los límites.
- La seguridad de los padres en la hora de transmitir los límites y la disciplina es también una de las bases positivas de su aplicación. Si los padres están convencidos de que el niño no debe hacer eso o aquello, es decir, saben por qué lo prohíben y cuál es el objetivo, será más fácil para que el niño reaccione de forma positiva.
- La única manera de que al niño le llegue el mensaje de sus padres, es cuando le quede claro que son ellos los capitanes del barco, los que ponen las normas para su bien. Los padres deben sentirse como el timón y el rumbo de sus hijos. El cambio de papeles puede llevar al barco a experimentar grandes tormentas.
- El niño debe saber la diferencia de lo que está y de lo que no está permitido hacer. Y los padres deben mantenerse firmes en su educación. El respeto de uno hacia el otro es la base para que todo funcione.
- La falta de límites y de disciplina no hace feliz a los niños ni a sus padres.
- Para que el “no” no sea la palabra más escuchada por los niños en su día a día, lo mejor es que los padres proporcionen a sus hijos un entorno seguro en el que puedan explorar, investigar y circular, sin riesgos.
- Es muy importante que los padres sean perseverantes en la hora de aplicar límites y disciplina a los hijos. Si el niño no debe subir en la silla, el “no suba” debe ser aplicado por toda la familia.
Finalmente, la disciplina permite una vida de éxito. Es porque “todo error, toda falta, toda dificultad vencida, llega a ser un peldaño que conduce hacia las cosas mejores y más elevadas”. De manera que “Por medio de tales vicisitudes han logrado éxito todos los que han hecho de la vida algo digno de ser vivido.
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