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[Augusto Vera]

Contra viento y marea

No se escribe a quien no se reconoce


Las discrepancias políticas no solo que van a existir siempre, sino que lejos de satanizar un desacuerdo doctrinario, es una señal parcial del ejercicio democrático. Finalmente, expresar con vehemencia y hasta con severidad los desacuerdos a las políticas o tendencias de los diferentes actores políticos, con tolerancia, pero sin restricciones, es sinónimo de una libertad de expresión y pluralidad absoluta de visiones que todos los sistemas de gobierno deben reconocer.

Leí hace unos días una carta del candidato a la presidencia de la república por el Movimiento al Socialismo, Luis Arce Catacora, dirigida a la presidente constitucional del Estado, Jeanine Áñez Chávez. En ella, el remitente, no ha descuidado detalle alguno que identifique su cargo, ello importa, una descripción ampliada de su título al pie de su firma. Ese detalle no sería motivo de reconvención siquiera, si la inscripción del rótulo o destinataria estuviera encuadrada en los cánones elementales de urbanidad que el comportamiento civilizado y protocolar, exigen.

En los años que desde la prensa escrita llevo dedicados al análisis y crítica políticas, no vi una comunicación epistolar más descomedida y torpe como la que el ex ministro dirigió a la primera autoridad del país. Está, entonces, claramente evidenciado que el aspirante –además ilegal, como en una columna anterior ya fundamenté- no solo no tiene respeto por la investidura de quien constitucionalmente y con la aprobación unánime de la Asamblea Legislativa Plurinacional dominada por su partido y el aval del Tribunal Constitucional Plurinacional, funge como Presidente interina, sino que ignora lo que es redactar una carta protocolar, cuyo destinatario además de consignar el nombre completo, debe tener un encabezamiento.

Recuerdo que en tiempos de tensión política tan o más sensibles que ésta como los que vivimos en la década de los ochenta y principios de siglo, durante las presidencias de Lidia Gueiler y Gonzalo Sánchez de Lozada, solo por nombrar dos casos, hubo notas de sectores tan opositores al régimen como de la Central Obrera Boliviana, de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia y muchos otros actores sociales, que sin renunciar a posiciones extremamente radicales y contrarias al gobierno, han guardado, más allá de su virulencia, celosamente los conceptos protocolares que deben componer una misiva dirigida al Presidente de un Estado, mucho más si es del propio país.

Como respecto a las relaciones interpersonales directas, cualquier tratado de urbanidad y aprendizaje escolar nos enseña que ellas deben estar antecedidas de un saludo y terminar con una despedida; no hacerlo pone de manifiesto la incultura de quien pretende vivir en sociedad. En el caso de las misivas, salvo que ellas estén dirigidas a una persona de mucha confianza o tenga carácter personalísimo, no pueden obviarse el cargo que ostenta tratándose de la investidura de la primera autoridad del país, si, basándonos en el brulote, pretendidamente carta para Arce, se busca que Áñez haga gestión ante un gobierno extranjero. La manera tan desatinada en que se lo hizo, es un escarnio en su máxima expresión.

Si nos adentramos al cuerpo de la nota, fácil es colegir la impostura que encierra, porque Cuba no está en condiciones de desarrollar nada importante que contribuya a la ciencia, por tanto nada ha descubierto que cure el coronavirus.

Muchos requieren darle una ojeadita al Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres de Carreño; texto que ha venido educando a muchas generaciones, pero por lo incivil, lo indelicado de la nota del 17 de este mes y que es motivo del presente artículo, se evidencia que el clásico texto, no ha cumplido totalmente su finalidad.

Por último si Arce Catacora no reconoce a Áñez como la Presidente de Bolivia, porque ignora que asumió la primera magistratura por fuga de su antecesor, pues simplemente no debe dirigirse a ella para que en nombre de los bolivianos haga gestión alguna ante alguien.

El autor es jurista y escritor.

 
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