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[Heberto Arduz]

De la época cruel


El pulso del orbe se tensiona, ¿fatiga motivada en la incertidumbre por los días largos y pesados que atraviesa la humanidad, mediante tratamientos médicos, encierros y cuarentenas previsoras, o la certeza de una catástrofe…?

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El arco está a punto de lanzar la flecha a los ancianos de esta época para la premeditada cacería, ¿llegará a tu pecho, o al mío…?

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O se dispersará en la niebla que día a día crece sin cesar, no obstante del confinamiento al que nos sometimos voluntariamente –¡vaya paradoja!- a fin de eludir el flechazo letal…?

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Ya vivimos y sufrimos muriendo muchas veces de pena, soledad o miedo. Apenas somos jirones de varias vidas que procreamos y cobraron independencia, así como valor para formar cadenas de otras familias y ¡oh, belleza sublime! nos tornamos en abuelos. Dicha infinita sabernos el tronco vital del cual se desprendieron ramas vigorosas en medio del aire bajo un cielo puro y limpio, hoy colapsado por la pandemia y posible entrega de la piel y cuerpo a la enfermedad u ofrenda a la muerte.

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Si los viejos mayores a los setenta años logramos resistir a la catástrofe, diseñada en laboratorio para matarnos y librarse de tan pesada carga económica, tendremos un periodo de gracia temporal cuidándonos a sí mismos y no darles gusto de perecer. ¡Cumplan las recomendaciones médicas!

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De la acera del mundo cruzaré un día del que no tengo memoria hacia el umbral del tiempo, donde no anida la esperanza ni la fe. Sólo el silencio sepulcral.

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La conciencia se esfuma de la mente febril, sin atisbos de un mañana promisorio.

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Feliz el que viva sin la angustia del diario existir, de palpar minuto tras minuto la incertidumbre de pisar tierra movediza y procaz mentira de seguridad ciudadana.

Si el planeta tiembla de un extremo a otro, ¿qué se puede esperar de un mañana del que tal vez no lleguemos a percibir su luz…?

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Fatiga de vivir con el fantasma viral que sobrevuela y ensombrece el horizonte, que quizás no cobije por más tiempo al humano que no supo habitar el planeta. ¡Qué de cosas forman las preocupaciones que de cuando en cuando nos asaltan…!

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Cuando se cierre el telón del mal surgirá la ansiada luz en el teatro del mundo. Será un renacimiento a un tiempo nuevo.

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A fin de no llegar a un estado paranoico es preciso orar por el advenimiento de mejores días. La fe se acrecienta y la gente adquiere un respiro catalizador de buenos sentimientos de paz y unión entre los mortales.

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Al abrigo de la compasión por las víctimas y la necesaria serenidad a fin de afrontar el futuro, a mediano plazo habrá de pasar el efecto nocivo de la pandemia y todo volverá a la normalidad. Dios así lo permita.

 
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