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Mujer en clínica



“ESPERO QUE VUELVA ALGÚN DÍA”, DIJO REBECCA SOBRE SU HIJO, AL QUE SE LLEVARON UNA NOCHE.

Adama estaba arruinada. Al igual que Rebecca, había sido abandonada por el hombre que la dejó embarazada, y el embarazo le había costado su trabajo en un sitio de construcción cuando ya no podía cargar pesadas bolsas de cemento. Durante tres meses, su casero la esperó, luego la echó.

Entonces Adama decidió vender a su bebé. Mary Auma no le estaba ofreciendo los 45.000 chelines que intentaba cobrarnos. Le dijo a Adama que el trato era por solo 10.000 (US$90).

"El sitio estaba sucio, usaba un pequeño recipiente para la sangre, no tenía palangana y la cama no estaba limpia", contó Adama más tarde, en una entrevista en su aldea. "Pero estaba desesperada y no tenía otra opción".

Adama dijo que el día que entramos en la clínica, Mary Auma acababa de inducirla, sin previo aviso, dándole comprimidos para tragar. Auma tenía un comprador y estaba ansiosa por hacer la venta.

Pero el parto no fue sencillo. El bebé tenía problemas en el pecho y Auma le dijo a Adama que lo llevara al hospital Mama Lucy para recibir tratamiento.

Después de dos semanas, Adama fue dada de alta con el bebé. Le envió un mensaje de texto a Auma, y Auma nos escribió.

"Ha nacido un nuevo paquete", escribió. "45.000".

En la clínica, Adama se reunió con Auma y su asistente. "Dijeron que el bebé se veía bien y que si el cliente lo deseaba lo llevarían de inmediato", dijo.

Adama había tomado la dolorosa decisión de vender a su hijo. Ahora lo estaba reconsiderando.

"No quería vender mi bebé a alguien que no podría cuidarlo, o alguien que compra bebés para usarlos en otras cosas", aseguró más tarde.

Así que Adama salió de la clínica ese día con su bebé. Pero lo dejó en el hospital infantil administrado por el gobierno, donde esperaría a los padres adoptivos y, quizás, una vida mejor.

Nunca consiguió el dinero que necesitaba. Ahora vive sola, lejos de Nairobi, y a veces sueña con su hijo, se despierta temprano y piensa en él. A veces, si no puede volver a dormirse, camina en la oscuridad hasta que encuentra a alguien más despierto.

Pero no se arrepiente de su elección. "Me siento en paz por haberle dado a mi bebé al gobierno", dijo, "porque sé que está a salvo".

 
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