Un reloj como reflejo de la vida del país

El reloj del Palacio Legislativo tiene la característica de reflejar el estado en que se encuentra el país en los momentos concretos de su vida. En tiempos pasados o bien estaba paralizado o bien se retrasaba o adelantaba varias horas al día, en la misma forma que ocurría con la vida del país. Finalmente, cuando esa actitud fue superada y de manera extraña el reloj del Congreso volvió a sus actividades con toda puntualidad, es decir que daba la hora con exactitud, no sufría ni adelantos ni atrasos y sus campanadas se las escuchaba con agrado en toda la zona y obligaban a diputados y senadores a trabajar con horario.

En todo caso, el reloj del Legislativo cumplía con eficiencia sus funciones, es decir siempre reflejó el estado en que se encontraba la vida del Gobierno. En síntesis, se encontraba en buen servicio, estaba paralizado, retardado o funcionaba anárquicamente, cual eficientísimo servidor público.

Se dio alguna vez el caso de que este reloj perdió sus manecillas y no se sabía si funcionaba. Es más, se consideró que ya no servía y fue sustituido por otro moderno y la maquinaria depositada en un pasillo de la Cámara Baja. En efecto, hacia 1985 el viejo aparato que funcionaba a cuerda fue sustituido por otro eléctrico de gran exactitud que, sin embargo, dejó de operar en cuanto el país volvió a caer en estado de crisis económica y política.

Se podría decir, sin embargo, que este reloj no refleja la situación de Bolivia, sino que orienta la vida del país.

Aparte de esos antecedentes, ahora ocurre algo extraordinario. En efecto, en días recientes el Gobierno que sostiene el populismo (ideología que consiste en construir el socialismo sobre los saldos de la antiquísima comunidad originaria, sin pasar previamente por la etapa capitalista) marcha al revés, fenómeno que expresa la posición filosófica de sus inspiradores, o sea el “proceso de cambio” basado en el sistema comunitario preincaico, dirigido a hacer marchar la vida hacia atrás. Es más, la sociedad sólo debe retroceder a la comunidad, es decir marchar al pasado, a la oscuridad de los tiempos, lo que significaría en términos políticos un populismo de derecha, a diferencia del populismo de izquierda que sólo mira al futuro.

Ese fin ideológico estaría de acuerdo con el funcionamiento del nuevo reloj de la Asamblea Legislativa, como demuestran los hechos, pues este aparato localizado en el centro de la vida económica y política de Bolivia, tiene la virtud de reflejar el estado en que se encuentra el país, es decir que reproduce esa nueva realidad, pues tiene su numeración en sentido “orlógico” o sea de derecha a izquierda y ya no “lógico” de izquierda a derecha, algo así como disponer que la brújula ya no apunte al norte sino al sur.

Es más, las manecillas del aparato giran también al revés, es decir se mueven contra el sentido irreversible del tiempo, el desarrollo de la naturaleza y el avance de la sociedad. Este reloj refleja, en realidad, la política contemporánea del país que mira el desarrollo histórico hacia el pasado, tiene miedo al futuro. Es una fuerza conservadora, angustiada de ver marchar el reloj de la inteligencia humana hacia delante. Es algo que un mínimo esfuerzo lógico no acepta, a no ser que su inventor, un absurdo relojero, haciéndose el chistoso, crea que es capaz de hacer retroceder la vida humana a la era del paleolítico.