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El Alto: 84,8% se alimentó en “los agachados”

Cada persona encuestada afirmó que acudía a los puestos de venta entre 1 y 3 veces a la semana.


La comida callejera provee alimentos a bajo costo, pero no garantiza la calidad e higiene de los mismos.

Una encuesta aplicada a 160 personas en El Alto recogió estos datos: 48,8 % se alimentó en los agachados entre 1 y 3 veces en la semana, otro 23,8 % lo hizo entre 4 a 6 veces y un 11,9 % consumió esos alimentos callejeros entre 7 a 9 veces a la semana.

La información es parte de la encuesta realizada en el estudio Comida callejera: Un aporte a la seguridad alimentaria en El Alto, de Kim Gajraj, publicada por Fundación Alternativas, que tiene la intención de analizar y determinar de qué manera la oferta de comida callejera contribuye a la seguridad alimentaria.

Otro 15,5 % de personas reportó no haber consumido en los agachados ni una sola vez en los últimos siete días pasados.

Los datos se recogieron eligiendo transeúntes al azar en la Ceja, Villa Dolores y 12 de Octubre, a personas con ocupaciones que oscilan entre policías, abogados, comerciantes, estudiantes de colegios, universitarios y personas sin empleo.

“El 84,8 % de las personas indica haber comido en los agachaditos entre 1 y 3 veces la semana anterior –dice el estudio. Esto sugiere que residentes urbanos de diferentes niveles de ingreso consumen comida callejera, específicamente en los agachaditos, de manera cotidiana”.

La mayor parte de las personas buscan la comida callejera por el factor tiempo, debido a un mayor acceso físico y cercanía a sus fuentes laborales. Los agachaditos son rápidos y a la vez tienen platos tradicionales en su oferta, lo cual conviene a los transeúntes.

La encuesta discriminó entre consumo de comida tradicional y comida chatarra, las razones por las que se consume comida en los agachados, los precios de los platos ofertados, los problemas de la oferta en los agachados y la higiene de esa oferta.

Sin embargo la encuesta es otro instrumento más de la investigación que se centró en identificar las principales características de la comida callejera en El Alto, utilizando la investigación bibliográfica, la observación participante inicial, las caminatas transversales para identificar horas y lugares de presencia de comida callejera, entrevistas cualitativas no estructuradas y semiestructuradas con 12 vendedoras y una observación participante continuada.

Entre sus conclusiones, la autora explica que “la comida callejera contribuye al acceso económico de la seguridad alimentaria ya que provee alimentos a bajo costo a los ciudadanos urbanos”.

Las razones de la preferencia de consumo de esta comida es porque por “cuestiones de distancia y horarios muchas personas no pueden retornar a sus hogares a la hora de comer”.

Es un hecho que la comida callejera suele justificarse no sólo para satisfacer antojos, sino como una alternativa de alimentación barata, pero también es un hecho que en cuestiones de salud puede salir demasiado cara. Estos puestos, cuyas condiciones de higiene son harto dudosas, se han constituido en una creciente amenaza para la salud pública y para la fisonomía urbana.

 
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