En el año 1800, Simón Bolívar de 17 años abandona su país, cargado de dinero, de cartas y recomendaciones; es su primera salida de América. Embarcado en un buque de vela, su primera escala es en el puerto de Veracruz. Al saber que la estadía allí será larga, por las combinaciones de carga y descarga del buque, decide visitar la ciudad de México, capital de Nueva España, siendo recibido con mucha atención debido a las cartas de recomendación al Virrey y al Arzobispo.
Con diversas anécdotas en las conversaciones de Bolívar con el Virrey, en los salones y en los banquetes, con ciertos tonos revolucionarios Bolívar retorna a Veracruz.
Otra vez a bordo, toca La Habana y después llega a Europa. Lo espera un puerto en Vizcaya, tierra de sus antepasados, llegando a Madrid, que era uno de los centros del mundo. España tenía las mayores colonias del mundo, y su fastuosidad y brillantez en su capital deslumbraron al joven Bolívar.
Allí lo esperaba un hermano de su madre, soltero, Esteban Palacios, quien vivía lleno de amistades y muy acogido en la corte derrochando dinero proveniente de las riquezas de la familia en América. A ese ambiente llegó Bolívar, donde nunca se comentaba las situaciones de América, donde las libertades humanas parecían no existir. Todo esto influyó en Bolívar, para convertirlo en un personaje pintoresco lleno de dinero, mundano, derrochador, danzarín y figurín. Las aventuras galantes y los lances de honor eran su alimento de cada día.
Pero la presencia de un pariente, el Marqués de Ustáriz, quien lo invitó a reuniones de cultura, literatura y filosofía, influyó en el joven americano. El Marqués se dio cuenta del valor intelectual del joven, no deseaba perderlo en las vanidades y la ignorancia, dándole una serie de lecciones, incluyendo lecturas de Rousseau, Voltaire y otros.
Repentinamente llegó su primer amor, una nieta del Marqués, su prima María Teresa Toro. Bella, cautivó a Bolívar, iniciándose el romance, siendo plenamente correspondido. Pidió su mano, pero siendo ella muy niña, el Marqués sugirió que Bolívar continué su viajes por Europa, para que a su retorno se realice el compromiso, autorizado por su tutor desde Caracas.
En París Bolívar se mezcló entre la muchedumbre, como admirador de Napoleón, por esa juventud que aclamaba a quien salvó la República y empezaba a ser llamado el conquistador del mundo.
Enamorado de María Teresa, vuelve a Madrid y se casa, llevándosela a América en 1801. El destino trunca la felicidad de Bolívar, María Teresa no resiste el clima americano, la fiebre la consume y muere, su matrimonio sólo dura ocho meses. Amargado y solo, decide volver a Europa, deja a su hermano Juan Vicente la administración de sus bienes, y parte, es el año 1803.
Apenado por esa muerte, como un puerta abierta a su destino, vuelve al mundanal ruido, nuevamente derrocha dinero, da fiestas, el champán lo deleita, y los lances a florete se suceden, lo creen un príncipe español cargado de riquezas.
Pero encuentra en su camino a una prima lejana suya, Fanny de Villars, casada, quien no era feliz con su viejo marido, siendo la diferencia de edades de 20 años a 40; y se inicia el romance. Fanny fue la única mujer que ejerció una influencia positiva en Bolívar, él la amaba. Hasta en su lecho de muerte allá en Santa Marta, Bolívar le escribió una carta, que más era una poesía de amor.
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