Una noche en el cementerio: espacio que revivirá la historia

Anunciaron representaciones escénicas que buscan revalorizar el patrimonio escultórico y arquitectónico presente en el Cementerio General.


El arte de las tablas se apoderará de varios espacios del panteón.

La noche del viernes 3 de octubre las calles adyacentes al Cementerio General romperán su cotidianidad cuando las puertas de este antiguo camposanto se abran al público para que sea parte de la propuesta “Una noche en el Cementerio”, circuito que busca revalorizar y contribuir al conocimiento del patrimonio cultural arquitectónico y escultórico de tumbas, esculturas, estelas y mausoleos.

La visita, organizada por la Alcaldía, forma parte del programa “Octubre Patrimonial”.

CIRCUITO

A través de una propuesta teatral y de sus instalaciones, Teatro Los Cirujas hará representaciones escénicas que ponen énfasis en hechos  sobresalientes de la historia y prominentes personajes de la política y milicia, cuyos restos mortales descansan en mausoleos o tumbas del lugar. Se informó que la visita comenzará a las 19.00 y concluirá a las 24.00.

Además de la propuesta teatral e instalaciones, la actividad  destacará hechos singulares y sobresalientes de nuestra historia; referirá a algunos prominentes personajes de la política y milicia de nuestra historia local y nacional.

El circuito comprende la visita al Mausoleo de la Familia Pérez Velasco, Mausoleo Bautista Saavedra, la tumba de Carlos Palenque, los caídos en la época de la dictadura, el Mausoleo de la Sociedad de Beneméritos de la Patria - Campañas del Acre, Mausoleo Militar, Mausoleo Busch, Mausoleo Paseo de la Recoleta, Mausoleo José Manuel Pando, entre otros.

Debido a la experiencia de años anteriores, donde más de 30.000 personas respondieron a la invitación del Municipio, los organizadores recomiendan no llevar niños menores de 10 años debido a las aglomeraciones y posibles extravíos.

BREVES APUNTES

La necesidad de contar con un cementerio público data de la época colonial. En ese entonces las iglesias se encontraban dentro de la ciudad y servían como lugares de entierro, por la fuerte creencia religiosa de la gente que indicaba que no alcanzarían el cielo si sus restos mortales no fueran enterrados en los lugares sagrados, en sus atrios o por lo menos en sus alrededores.

Los personajes más importantes se enterraban en las capillas, especialmente si pertenecían a una cofradía; a diferencia de los negros y mulatos que estaban prohibidos de ser sepultados en esos lugares y, si la fortuna los asechaba después de muertos, en las chacras o haciendas de sus amos reposarían sus fatigosos huesos.

La clase era prolongada en los españoles, incluso hasta después de muertos, ya que la laya a la cual hubo pertenecido el difunto hacía la diferencia del precio de su entierro; a comienzos del siglo XVI la primera clase valía 400 pesos y los más comunes costaban de 35 a 80 pesos.

La tradición de casi tres centurias de efectuar inhumaciones en templos y atrios religiosos, se fue convirtiendo en peligrosa y antihigiénica a medida que fue aumentando la población, y el número de muertes causadas por la Guerra de la Independencia ascendía.

En 1814, el gobernador de La Paz, don Gregorio Hernández de Miranda, Marqués de Valdehoyos, mandó a construir un cementerio en el lugar llamado “Lazareto” en el campo de Caiconi, cerca al camino a Yungas. Aunque el 24 de diciembre de 1814, al mes y medio en que fue bendecido el cementerio, en uno de esos cruentos episodios de la guerra libertaria, los patriotas lincharon al marqués,  amarraron su cadáver a las monturas de un caballo y, horrorosamente, lo arrastraron hasta ese camposanto, donde se le dio sepultura.

En los años de la República (1831), el Mariscal Andrés de Santa Cruz hizo construir el actual Cementerio General en el popular barrio de Callampaya, al estilo de las necrópolis europeas, sobre una planicie deshabitada, situada al pie de El Alto de la ciudad. En sus primeros años fue denominado “El Panteón”.

La idea de la amplia portada de piedra de granito de 14 metros nació del propio Santa Cruz que buscaba simbolizar, de manera casi mística, una entrada al reino del más allá. La gran obra de líneas arquitectónicas resultantes del triunfo del estilo clásico estrenado en la República dejó atrás el estilo del barroco mestizo y el rococó de las iglesias virreinales.

Su diseñador,  padre Manuel Sanahuja, hizo tallar esta inscripción a un lado de la portada: “Verdadero desengaño y descanso de los mortales” (reubicada a un extremo de la actual capilla con la demolición de las antiguas murallas).

Santa Cruz también mandó a construir una capilla en medio, abriendo así la posibilidad de efectuar ceremonias de culto religioso. La capilla en su origen fue de humilde apariencia y estilo sencillo, pues no se invirtió mucho dinero en su construcción. Con el transcurrir de los años sufrió mucho deterioro, por lo que fue demolida para dar paso a una nueva en la gestión del alcalde Luís Nardín Rivas y conforme al proyecto trazado por el arquitecto Mario del Carpio.

 
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