El voto electoral, como instrumento de la democracia, es un acto personal, reflexivo y en el momento de ser emitido, se lo debe hacer por encima de imposiciones sectarias para que tenga la fuerza de modificar errores de gestiones públicas y la capacidad de motivar nuevos rumbos para construir un futuro de prosperidad y bienestar social.
Ningún “felipillo” alquilado en las comunidades indígena-campesinas, dirigente sindical o político, puede disponer en forma dictatorial votar por sus candidatos preferidos, porque el voto electoral es libre, personal, secreto y no siempre vertical o lineal, de donde el ciudadano puede elegir a los candidatos que los considere convenientes al futuro destino nacional y departamental.
El acto electoral del 12 de octubre, tendrá la virtud de hacer medita sobre lo que se ha hecho por Bolivia y elegir gobernantes y legisladores que hagan posible una convivencia de respeto entre todos los bolivianos sin discriminación alguna, buscar concertación para definir soluciones positivas y así alejar la anarquía y el caos que hoy castigan al país.
Frente a esta oportunidad que no debe ser despreciada, los bolivianos de las áreas rurales y de las urbanas, deben hacer un diagnóstico de las crudas realidades que desde la fundación de la República siguen vigentes por la incapacidad y negligencia de nuestros gobernantes -con honradas excepciones-, que solamente han utilizado el Poder para satisfacer sus intereses y seguir medrando del presupuesto fiscal.
¿Acaso es posible desconocer que la miseria convive con la incultura, la subeducación, los bajos índices de salud en las zonas indígena-campesinas y los cinturones de pobreza se agudizan en las ciudades con la elevada migración campo-ciudad?
La falta de fuentes de trabajo y los bajos salarios se están universalizando en Bolivia hasta engrosar el comercio informal con ingresos de sobrevivencia, dando lugar al crecimiento de los sub-productos de la pobreza, como la criminalidad, la delincuencia, la mendicidad, el narcotráfico, el alcoholismo y la prostitución.
Peligrosamente, con el fin de ganar adeptos en la ciudadanía, se está dando lugar a la formación de un eje geográfico de tres departamentos, dejando en la marginalidad a los otros seis hasta crear su depresión y un clima de resentimiento.
El país sigue dominado por un modelo estractivista porque en más de 8 años no se ha tenido la capacidad de planificar otras estructuras productivas, además del gas, que transformen nuestras potencialidades hacia una economía de escala que haga de Bolivia un país competitivo en mercados del exterior.
¿Esta es la Bolivia que debemos seguir aceptando con paciencia masoquista por la gestión de engañosas propuestas?
“El país requiere desde hace mucho tiempo la vigencia de un estado jurídico que asegure el trabajo y la producción, que haga posible la riqueza y que, consecuentemente, CREE EMPLEO como medio para alcanzar un desarrollo armónico y sostenible” (EL DIARIO, 18/X/2013)
Bolivia, de aquí para adelante, no necesita sofistas vanidosos y engreídos que utilizan discursos incendiarios para ganar adeptos ni panegiristas con estadísticas equivocadas que buscan aplausos de multitudes organizadas con dineros del TGN.
Bolivia necesita gobernantes serenos, generosos, prudentes, que busquen la concertación de las mejores propuestas, inclusive del colectivo ciudadano, para alcanzar una Bolivia económicamente fuerte, socialmente justa y políticamente soberana. Esta Patria necesita gobernantes que busquen la paz y no el enfrentamiento, que transiten por los caminos de la democracia y no de la autocracia, pero además, que respeten las normativas de ley para el control y fiscalización de los recursos del Tesoro Nacional y no los utilicen discrecionalmente como si fueran de su propiedad en costosas obras faraónicas, mientras otras necesidades son postergadas.
Los bolivianos de todas las regiones, de todos los sectores sociales y económicos, tienen que reaccionar de cara a la realidad para escoger la alternativa más próxima a los intereses del país, de su pueblo y no repita los mismos errores y promesas del 2005.
Dejemos atrás la mentalidad encuevada y el intento de introducir modelos políticos-económicos que han sido superados por el devenir del tiempo y otros que ni siquiera calan en naciones del socialismo del Siglo XXI. Bolivia tiene que abrirse al mundo globalizado sin diferencia alguna. Conquistar bajo el marco de la seguridad jurídica, inversiones nacionales y extranjeras para crear emprendimientos industriales y comerciales que generen fuentes de empleo en progresión geométrica.
Es urgente redefinir una ingeniería del desarrollo y del crecimiento económico que esté dirigida a forjar una doctrina nacional surgida de nuestras propias potencialidades, de nuestras realidades y de propuestas metodológicamente planificadas. Poner seriamente en vigencia el proceso autonómico bajo el marco de un Pacto Fiscal entre el Estado, las gobernaciones y los municipios.
Que las elecciones del 12 de octubre se constituyan en el umbral de un auspicioso amanecer de esta Bolivia digna de mejor destino.
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